EL POEMA DEL DILUVIO
Foto: Cameron Kirby
Se trata
de un antiguo mito sumerio, conocido en su versión más antigua, por una tablilla
hallada en Nippur. En ella, los dioses castigaban a los “cabezas negras”
enviando una catástrofe natural de la que se salvó Ziusudra, constructor de una embarcación en la que se refugiaron
las diferentes especies animales. Posteriormente el tema pasó a los acadios, y después a la literatura
asiria. El proceso de reelaboración posterior que sufrieron algunos mitos
sumerios hizo que la historia del diluvio se incorporase al poema de Gilgamesh, provocando que éste se
entrevistase con el superviviente de la catástrofe.
En la
versión acadia, los primeros hombres, libres de todo lo que pudiera entorpecer
su reproducción y dotados de una existencia interminable, eran laboriosos, pero
tendían a multiplicarse excesivamente, y su “ruido” impedía dormir a Enlil que decidió exterminarlos con
diversas calamidades. Envió hambres, epidemias, sequías, y finalmente el
Diluvio (tema literario y mitológico hasta entonces inédito).
Ante esta
nueva y mortal amenaza, Enki/Ea,
preocupado por volver a ver a los dioses nuevamente en las circunstancias
catastróficas de las que les había sacado con la creación de los hombres, se
las arregló con mucha astucia. Transmitió un sueño a Supersabio para que se
salvase con un Arca, junto a su familia y lo necesario para reconstruir la fauna
universal. Tras este episodio, Ea
tomó una serie de medidas conservadoras, para que Enlil no volviese a tomar nuevas decisiones fatales. Introdujo el
control de los nacimientos por medio de la esterilidad patológica o voluntaria,
la mortalidad infantil y la reducción de la vida humana. De este modo, se
señala el comienzo de los tiempos históricos con los hombres constituidos como
tales.
Poema de
Atrahasîs, nombre que se puede
traducir por el “Supersabio” y es el verdadero Noé mesopotámico. Este mito se copió varias veces en los períodos
tardo-asirio y tardo-babilónico; dicha narración es la inspiración de la
tablilla XI del Poema de Gilgamesh y de los capítulos 6-8 del Génesis bíblico. (Fuente: J. Bottéro y
S. N. Kramer, 1989, págs. 527 y sigs.).
Tras la creación
del hombre:
“Todavía no habían pasado mil doscientos años, que el
territorio se había ampliado y la población multiplicado. Como un toro, el país
alza tanto su voz, que el dios soberano se sintió incómodo por el ruido. Cuando
Enlil escuchó su ruido se dirigió a los grandes dioses: El ruido de los humanos
se ha hecho demasiado fuerte, ¡No puedo dormir con todo este ruido! Ordenad que
caiga una epidemia sobre ellos…”
El
Supersabio, devoto de Enki/Ea,
restableció la situación con ayuda del dios, que le dijo que rindiese culto en
exclusiva a Namter. Pero la situación
se reprodujo y Enlil envió en esta
ocasión la sequía y el hambre que el Supersabio dominó otra vez con ayuda de Enki/Ea y rindiendo culto en esta
ocasión a Adad. Para terminar con la
situación, Enlil decidió enviar el
Diluvio con la oposición de Enki/Ea,
que envió un sueño con instrucciones a Supersabio:
“Dices que quieres comprender este sueño. ¡Pues bien!
Recuerda con exactitud lo que te voy a anunciar… ¡Derriba la casa para
construir un barco! ¡Sepárate de tus bienes para salvar la vida! El barco que
debes construir tendrá los lados iguales… ¡Ponle techo, para que, al igual que
desde el Apsu (el inframundo
mesopotámico), el sol no contemple su
interior! Estará cerrado por todos los lados, y su equipamiento deberá de ser
sólido, ¡Su calafateado espeso y resistente! ¡Seguidamente haré llover para ti
pájaros en gran cantidad y peces por canastos! Enki habló entonces y llenó la
clepsidra, regulándola para el comienzo del Diluvio siete días después”.
Supersabio,
con auxilio de los Ancianos de la ciudad, ejecutó las instrucciones de Enki/Ea y realizó el embarque:
“Todo lo
que tenía de oro, todo lo que tenía de plata, los animales “puros” (?)… a los
más cebados los atrapa y embarca. Pájaros con plumas del cielo, rebaños…
animales de la estepa: a todos embarca y, cuando la luna desapareció, invitó a
los suyos a un banquete… Tras haber embarcado a su familia se come copiosamente
y se bebe en abundancia. Pero él no hacía más que entrar y salir, sin sentarse
ni tan siquiera acuclillarse, hasta tal punto estaba desesperado y con náuseas.
Después el tiempo cambió de aspecto y Adad resonó en las nubes. Tan pronto como
se escuchó el rugir del dios, se llevó betún para cerrar la escotilla y, en
cuanto estuvo cerrada, Adad tronó en las nubes, al tiempo que un viento furioso
rompió, del primer golpe, las amarras del barco”.
El Diluvio de Doré
El relato
sigue con la exposición del terror de los dioses ante el diluvio y su gran
hambre, pues no disponían de los acostumbrados sacrificios que les rendían los
humanos. La duración del diluvio fue de siete días y en algunas versiones se
recoge el episodio de soltar un ave para
verificar su final, al igual que en el Génesis.
Como ya
se ha apuntado, con el transcurrir del tiempo este relato fue sufriendo
diversas modificaciones, versiones como por ejemplo la tablilla XI del Poema
de Gilgamesh, conocidas por varios textos tardíos. En el Poema
del Diluvio y la Epopeya de Gilgamesh, el héroe del
Diluvio relata al rey de Uruk (Gilgamesh), cómo alcanzó la
inmortalidad:
Posteriormente,
los dioses se reunieron en asamblea para decidir su exterminio. Sólo Ea, compadecido de los humanos, confió
el secreto de los inmortales a un haz de cañas, que al moverse por el viento,
lo susurró a un habitante de la ciudad de Surippak,
llamado Utnapishtim (el Noé sumerio), antepasado de Gilgamesh. La voz misteriosa le dijo:
“Construye un navío, deja las riquezas, busca la vida,
abomina los bienes, conserva la vida. Introduce la simiente de toda forma de
vida en la nave”.
(Fuente:
Carlos Cid “Mitología oriental ilustrada.
Mesopotamia”. Pág. 200).
Utnapishtim llevó a
cabo el consejo de Ea; construyó la
nave y embarcó en ella con su familia, una pareja de cada especie animal y toda
simiente de vida:
“Embarqué cuanto poseía, cargué la plata que poseía,
subí mi oro; todo lo que poseía embarqué; toda simiente de vida guardé en el
interior de la nave; toda mi familia, todos mis parientes. Las reses del campo,
los animales del campo, los artesanos, a todos hice subir. Shamash había fijado
el momento y me dijo: El rey de las tinieblas hará caer por la tarde una lluvia
salada; entra en el barco y cierra la puerta. Llegó el momento. El rey de las
tinieblas hizo caer al atardecer una lluvia salada. Yo contemplaba el aspecto
del día; al advertir el estado del tiempo, el temor se apoderó de mi cuerpo y
temblé; entré en el barco y cerré la puerta de la nave, entregué la dirección
de la nave a Puzul-kur-gal, el hábil barquero; a él confié el navío con su cargamento.
Cuando lució el pálido amanecer, de la base de los cielos subió una nube negra;
Adad rugía en su interior.
Nabu y el Rey avanzaron; los heraldos recorrían las
montañas del país, Nergal arrancó el mástil. Inurta avanza, comienza el ataque;
los diabólicos Anunnaki alzan las antorchas: con sus resplandores abrazan la
tierra; el tumulto de Adad alcanza los cielos. Lo que brillaba se transforma en
tinieblas… El hermano no ve al hermano.
Las gentes no se reconocen en los cielos. Hasta los
dioses tuvieron miedo del diluvio; huyeron, subieron al cielo de Anu. Los
dioses se acurrucaron como el perro; en la muralla se recostaron… Transcurren
seis días y seis noches angustiosos, avanzan el viento y el diluvio, el huracán
domina el país. Al llegar el séptimo día amainó el huracán, cedió el diluvio.
Habían luchado como un ejército furioso. El mar se apaciguó, el mal viento se
disipó, el diluvio cesó. Miré el mar: los sonidos habían muerto y toda la
humanidad se había convertido en fango; las marismas alcanzaban la altura de
los tejados; abrí la ventana y el día cayó sobre mi mejilla. Estaba abatido, me
senté, lloré; por mi rostro corrieron mis lágrimas. Miré el mundo y el
horizonte del mar; a doce medidas emergía una isla.
El navío llegó al monte Nitsir. El monte Nitsir retuvo
la nave; frenó el curso de su navegación…
A la llegada del séptimo día, hice salir una paloma,
la dejé volar; la paloma se marchó, luego volvió: como no había encontrado
lugar para posarse, volvió. Hice salir una golondrina, la dejé volar; se
marchó, como no encontró lugar para posarse, volvió. Hice salir un cuervo, lo
dejé volar; se marchó, vio el descenso de las aguas; comió, chapoteó, graznó,
no volvió. Hice salir a los tripulantes del arca a los cuatro vientos, vertí
una libación, puse una ofrenda en la cumbre de la montaña. Coloqué las jarras
de los ofertorios; debajo de ellas extendí cañas, cedro y mirto. Los dioses
olfatearon el olor. Los dioses olfatearon el buen olor. Los dioses se
apretujaron como moscas por encima del sacrificador… El dios Enlil penetró en
el navío, me tomó de su mano y me condujo afuera. Hizo que mi esposa se
arrodillara a mi lado; permaneció entre nosotros nos tocó y nos bendijo: Antes
Utnapishtim era un hombre mortal; sea ahora, juntamente con su esposa, igual a
nosotros los dioses, y viva para siempre en las remotas desembocaduras de los
ríos”.
(Fuente:
Carlos Cid. “Mitología oriental ilustrada. Mesopotamia”. Págs.: 200-201-202).
Según
algunos especialistas, parece ser que la embarcación que construyó, era de un tamaño
y estructura poco habitual, ya que tendría forma de cubo perfecto, con seis
cubiertas, cada una de las cuales dividida en nueve partes. La inundación duró
siete días, hasta que “toda la humanidad se hubo transformado en arcilla”.
Esta
versión es la asiria, que contiene el tema central del mito, pero se diferencia
en muchos detalles de lo que se conoce de la versión sumeria y acadia
anteriores, relacionadas con el Poema de
la Creación. Sin embargo, la historia del Diluvio no termina aquí, ya que
continúa con la exposición de una asamblea de los dioses en la que Ishtar lamenta la destrucción de su
pueblo, culpa a Enlil de la
inundación y jura por su collar de lapislázuli que no olvidará los días de la
catástrofe. A su vez, Enlil, furioso
porque algunos seres humanos se habían librado del Diluvio, acusó a Ea de haber revelado el secreto de los
dioses. Ea logró tranquilizarle y Enlil declaró que Utnapishtim y su esposa serían como los dioses y vivirían
eternamente en la boca de los ríos. Y con esto termina el relato de Utnapishtim sobre los nefastos días del
Diluvio.
Dentro de
la literatura y la mitología mesopotámicas la narración del Diluvio adquirió
una importancia tan especial, que se convirtió en el centro de otras muchas
historias, que giran a su alrededor, derivan de ella o se explican de algún
modo por la gran catástrofe.
Otra
versión de este antiquísimo mito (tercer milenio a. C.), coincide en lo
esencial con lo relatado, aunque el papel de Noé corresponde a Utu:
El reino
de Enki era un verdadero paraíso en
el que vivían pacíficamente hombres y animales, sin conocer enfermedades, ni
desgracias, ni muerte. Se desencadenó la catástrofe porque los hombres
provocaron la ira de los dioses.
Todo
pereció en el Diluvio; cuando terminó, Enki
envió a Utu, el único hombre que
sobrevivió, a su templo. En él recibió instrucciones, conoció los secretos y
obtuvo permiso para comer de los frutos de todos los árboles menos de uno; pero
Utu, que era curioso, comió del kassu, el árbol prohibido.
Al verlo,
Enki exclamó: “No volverás a ver el rostro de la vida; la muerte será tu señora”.
Es interesante el estrecho paralelismo de este pasaje, con la narración
bíblica.
Versión
bíblica del Diluvio, correspondiente obviamente al Génesis, capítulos 6, 7 y 8:
6.1 Cuando comenzaron a multiplicarse los hombres
sobre la tierra, y tuvieron hijos, 2 viendo los hijos de Dios que las hijas de
los hombres eran hermosas, tomaron de entre ellas por mujeres las que bien
quisieron. 3 Y dijo Yahvé: “No permanecerá por siempre mi espíritu en el
hombre, porque no es más que carne. Ciento veinte años serán sus días”.
4. Existían entonces los gigantes en la tierra, y
también después, cuando los hijos de Dios se unieron con las hijas de los
hombres y ellas concibieron; éstos fueron los héroes del tiempo antiguo…
5. Viendo Yahvé cuánto había crecido la maldad del
hombre sobre la tierra, y cómo todos sus pensamientos y deseos sólo tendían al
mal, 6 se arrepintió de haber hecho al hombre en la tierra, doliéndose
grandemente en su corazón, 7 y dijo: “Voy a exterminar al hombre que hice sobre
la faz de la tierra; al hombre, a los animales, a los reptiles y hasta a las
aves del cielo, pues me pesa haberlos hecho”. 8 Pero Noé halló gracia a los
ojos de Yahvé…
12. Viendo pues, Dios que todo en la tierra era
corrupción, pues toda carne había corrompido su camino sobre la tierra, 13 dijo
a Noé: “Veo venir el fin de toda carne, pues la tierra está toda llena de sus
iniquidades, y voy a exterminarlos a ellos con la tierra. 14 Hazte un arca de
maderas resinosas, divídela en compartimentos, y la calafateas con pez por
dentro y por fuera.
15 Hazla así: Trescientos codos de largo, cincuenta de
ancho y treinta de alto; 16 harás en ella un tragaluz, y a un codo de éste
acabarás el arca por arriba; la puerta la haces a un costado; harás en ella un
primero, un segundo y un tercer piso, 17 pues voy a arrojar sobre la tierra un
diluvio de aguas que exterminará cuanto bajo el cielo tiene hálito de vida.
Cuanto hay en la tierra perecerá. 18 Pero contigo haré yo mi alianza: y
entrarás en el arca, tú y tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos,
contigo. 19 De todos los animales meterás en el arca parejas para que vivan
contigo, 20 de las aves, de las bestias y de toda especie de animales, macho y
hembra, y todos vendrán a ti de dos en dos. 21 Recoge alimentos de todas clases
para que a ti y a ellos os sirvan de comida. 22 Hizo, pues, Noé en todo como
Dios se lo mandó.
7.1 Después dijo Yahvé a Noé: “Entra en el arca tú y
toda tu casa, pues sólo tú has sido hallado justo en esta generación. 2 De
todos los animales puros has de tomar siete parejas, macho y hembra, mas de los
impuros una pareja… 4 porque dentro de siete días voy a llover sobre la tierra
cuarenta días y cuarenta noches y exterminaré de ella cuanto hice y vive”.
Noé
ejecuta todas las instrucciones de Yahvé.
10. Pasados los siete días, las aguas del diluvio
inundaron la tierra…
EL MISTERIO DE LA CREACIÓN
José Mª
Blázquez refiere como Lara Peinado y García Cordero recogieron la clasificación
de J. Le Gruen sobre las similitudes y diferencias entre la Biblia y el Enuma Elish.
En el Génesis:
Al
principio Dios creó el cielo y la tierra.
Caos
creado por Dios, tenebroso y acuoso.
Tehom (palabra
hebrea que denomina el océano primordial) no personificado.
Pero la tierra era informe y vacía, y las tinieblas
cubrían la superficie del abismo, y el Espíritu de Dios se cernía sobre las
aguas.
A través
de la palabra creadora, Dios (Elohim)
creó la luz y la separó de las tinieblas.
Dijo asimismo Dios: Haya un firmamento en medio de las
aguas que separe unas aguas de otras.
E hizo dios el firmamento y separó las aguas que están
debajo del firmamento, de las que están sobre el firmamento.
Las aguas
inferiores se reúnen en un lugar y surge la tierra.
Dios (Elohim) creó las plantas: Produzca la tierra hierba verde y que dé
simiente, y árboles frutales que, conforme a su especie, den sobre la tierra, fruto que contenga su
semilla.
Dios creó
dos luces: el sol y la luna para separar el día de la noche y servir de
referencias a las estaciones, días y años.
Dios creó
también las estrellas.
Dios creó
los animales marinos, las aves del cielo y los animales terrestres. Los bendijo
y les ordenó que se multiplicasen.
Dios (Elohim-Yahvé) creó al hombre a su imagen
y semejanza.
El hombre
fue modelado por Dios a partir del lodo de la tierra (arcilla) y un soplo
divino le dio la vida. La mujer fue formada de una costilla del hombre.
Después
Dios plantó un jardín en Edén y colocó allí al hombre para que lo cultivase y
lo guardase.
De Edén salía un río para regar el paraíso y desde
allí se dividía en cuatro brazos. Dos de
ellos, el Tigris y el Éufrates.
El árbol
de la vida estaba en medio del paraíso y
también el árbol de la ciencia del bien y del mal.
Bendición
divina. Multiplicaos, y llenad la tierra.
Comed del fruto de todos los árboles del paraíso: Mas del fruto del árbol de la
ciencia del bien y del mal no comáis, porque en cualquier día que comiereis de
él, ciertamente moriréis.
En el
Salmo 8, 5 de la Biblia se afirma que Dios creó al hombre para dominar la
tierra, y que fue hecho poco menos que los ángeles:
5“¿Qué es el hombre, me digo, para que de él te
acuerdes? ¿Qué es el hijo del hombre, que de él cuidas? 6 Poco menos lo has
hecho que los ángeles y de gloria y honor lo has coronado. 7 Tú le has dado
poder sobre las obras de tus manos; todo bajo sus pies lo has sometido”.
En el Poema babilónico de la creación o Enuma
Elish:
“Cuando en lo alto el cielo aún no había sido nombrado
y abajo la tierra no tenía nombre”.
Caos
inicial, anterior a los dioses y de donde ellos tienen su origen.
Este caos
es acuoso. Hay dos principios: Apsu,
personificación de las aguas dulces, y Tiamat,
personificación de las aguas saladas.
Teogonía:
Creación de múltiples dioses, como Lahmu,
Lahamu, Arishar, Kishar, Anu, Nudinimud, Mummu, etc.
Marduk
comprueba la efectividad de su palabra y hace aparecer y desaparecer una
vestidura.
Combate
entre Marduk (el orden) y Tiamat (el Caos).
Marduk crea el
cielo de una de las dos mitades de Tiamat.
Este
cielo es una bóveda compacta que sustenta el océano celeste.
Marduk colocó
en los cielos componentes atmosféricos y constituyó la tierra. Nacimiento del
Tigris y el Éufrates.
Marduk creó la
luna para “fijar los días”, “las estaciones” de los dioses, tres constelaciones
para cada mes, las estrellas, y estableció los días del año. También creó al
sol (Shamash). Separación de la noche
y el día.
Marduk es el
inventor de la siembra, los cereales, las plantas y los animales.
Marduk le habla
a Ea/Enki “Voy a crear un hombre”. Creación del hombre para estar al servicio
y adoración de los dioses.
El hombre
fue creado por el dios Ea/Enki con la
sangre del dios Kingu (en la versión
anterior acadia del Poema del Supersabio,
era del dios We), ajusticiado para
ese fin.
Como
diferencia notable, hay que decir que los dioses de Mesopotamia, Babilonia y
Asiria se engendraban unos a otros, y en cambio el dios bíblico es eterno.
En varios
mitos antiguos orientales un dios forma a un hombre o a otros dioses “a su
semejanza”. En Egipto, el faraón era símbolo viviente de dios en la tierra.
Los mitos
de muchos pueblos mencionan un árbol de la vida, cuyos frutos si se comen
producen la inmortalidad.
En
Mesopotamia la envidia de los dioses ocasionó la caída del hombre; en cambio en
el relato bíblico era un castigo infligido al hombre, que intentó ser semejante
a Dios.
Samuel N.
Kramer opina que los mitos sumerios debieron llegar a los hebreos a través de
los fenicios.
EL MISTERIO DEL PARAÍSO Y LA COSTILLA DE ADÁN
En el
poema sumerio llamado “Enki y Ninhursag”, de 278 líneas, se
habla acerca del texto del paraíso que dispusieron los dioses para ellos en la
tierra de Dilmun; sobre este territorio, algunos autores piensan que estaría
localizado en el suroeste de Persia. El paraíso hebreo del Edén estaba regado
por 4 ríos, similar al país de Dilmun. Enki,
el dios del agua, ordenó a Utu, dios
del Sol, que hiciera brotar agua fresca de la tierra para regar el suelo,
convirtiéndose así en un bello y exuberante jardín. En Dilmun, las fieras
salvajes no agredían, ni había enfermedades o sufrimientos, al igual que en el
jardín bíblico.
En este
poema, Enki tuvo relaciones con sus
hijas, y Ninhursag, que había sido su
consorte, muy ofendida plantó el semen de Enki
en la tierra, del que nacieron 8 plantas. Posteriormente, Enki cometió una falta al comerse las 8
plantas de Ninhursag, quien muy
enojada, juró “no verle con buenos ojos hasta el día de su muerte”. Según
algunos autores, esto se asemeja a la falta de Adán y Eva al comerse la
manzana.
Asimismo,
el relato bíblico del nacimiento de Eva
de una costilla de Adán, comparada
con este mito del paraíso sumerio, proporciona la explicación de una de las
incógnitas de la Biblia, puesto que en el poema sumerio, Ninhursag le causó a Enki
8 enfermedades por haberse comido las plantas; pero finalmente fue convencida
por Enlil (con la ayuda de un zorro)
y los Anunnaki, de disolver su
conjuro, generando 8 deidades para cada una de las enfermedades de Enki, que había enfermado en 8 partes de
su cuerpo. Una de las partes enfermas de Enki
era la costilla, que en lengua sumeria es “ti”,
y la diosa que sanó la costilla de Enki
se llamaba Ninti; “Nin” significa “señora o dama”, por lo
que Ninti viene a ser “la Dama de la
costilla”; además, “ti” significa en
sumerio “hacer vivir”, por lo que, es fácil ver que el juego de palabras
sumerio que identifica a “la Dama de la costilla” con “la Dama que hace vivir”,
pasó a la Biblia.
EL MISTERIO DE LA TORRE DE BABEL Y LA CONFUSIÓN DE LENGUAS
Torre de Babel-Etemenanki
1 “No
tenía entonces la tierra más que un solo lenguaje y unos mismos vocablos… 3 Y
se dijeron unos a otros: Venid, hagamos ladrillos y cozámoslos al fuego. Y se
sirvieron de ladrillos en lugar de piedras, y de betún en vez de argamasa. 4 Y
dijeron: Vamos a edificar una ciudad y una torre, cuya cima llegue hasta el
cielo: y hagamos célebre nuestro nombre antes de esparcirnos por toda la faz de
la tierra. 5 Y descendió el Señor al ver la ciudad y la torre que edificaban
los hijos de Adán… 7…Descendamos y confundamos allí mismo su lengua, de manera
que el uno no entienda el habla del otro… 9 De donde se le dio a ésta el nombre
de Babel, porque allí fue confundido el lenguaje de toda la tierra y desde allí
los esparció el Señor por todas las regiones.
(Génesis 11)
La torre
de Babel se identifica con el zigurat de Babilonia.
El gran
templo de la divinidad principal era el que poseía zigurat (la torre del
templo). Templos inmensos dominados por zigurats (literalmente en acadio, “la
prominente”), que eran torres de frisos escalonados, como montañas en etapas,
edificados sobre terrazas rodeadas por muros de contención, que a veces estaban
fortificados. De este modo se definía el territorio del dios.
Se trata
de un monumento típico de la antigua Mesopotamia que imitaba y sustituía a la
montaña sagrada, de suma importancia en la antigüedad, ya que era en su cima
donde se producía el encuentro entre el dios y su profeta en exclusividad, ya
que el pueblo no estaba autorizado a subir. Recordemos que a Moisés, Dios le
dictó las Tablas de la Ley en lo alto del monte Sinaí, y también le advirtió
que el pueblo no ascendiese:
“20. Descendió el Señor sobre el monte Sinaí,
a la cima misma del monte, y llamó a Moisés a aquella cumbre. Y habiendo subido
allá,
21.
Díjole: Baja e intímale al pueblo que no se arriesgue a traspasar los límites
para ver al Señor, por cuyo motivo vengan a perecer muchísimos de ellos.
22. Los sacerdotes asimismo que se acercan al Señor, purifíquense, no sea que los
castigue de muerte.
23. Dijo entonces Moisés al Señor: No se atreverá el pueblo a subir al monte Sinaí,
puesto que tú me has intimado y mandado expresamente: Señala límites alrededor
del monte y santifícalo.
24. Mas el Señor le dijo: Anda, baja: después subirás tú y Aarón contigo; pero los
sacerdotes y el pueblo no traspasen los límites ni suban hacia donde está el
Señor, no sea que les quite la vida.”
(Éxodo,
19, 20-24)
En el
recinto del templo había pequeños santuarios dedicados a divinidades
secundarias en torno al templo principal, formado por el santuario propiamente
dicho y el siqurratu. Término que deriva de saqaru “estar alto”. Constituyen la
forma de templo más antigua.
El
contacto con el dios se daba siempre en lo alto y, en este caso, el rey era su
interlocutor. Así detentaba el poder político y religioso. (Un caso similar en
el antiguo Egipto, es el del faraón Akhenatón, de la XVIII dinastía del Imperio
Nuevo, que desposeyó de sus privilegios al clero de Amón, y se autoproclamó
profeta de Atón e hijo de Atón hecho hombre, pues el dios revelaba sólo a él
sus enseñanzas, para que las difundiese entre los hombres).
Cuanto
más alto era el zigurat, más importante era el dios, aunque los pisos
superpuestos nunca podían superar el número siete, que para ellos representaba
la totalidad. Estos edificios estaban orientados a los cuatro puntos
cardinales, siguiendo efluvios astrales.
En el
santuario de la cumbre tenía lugar el
contacto con el dios. El santuario de la cima era pequeño, servía de antecámara
del cielo y en realidad se trataba de un observatorio astronómico y lugar de
posible celebración de la hierogamia (unión entre divinidades).
El zigurat
tenía un valor escenográfico de primer orden, materializando el centro del
mundo donde la Tierra y el cielo se fundían; el ritmo lo marcaba la escalera,
cada vez más estrecha a medida que se ascendía, singularizando la arquitectura.
Era como una escalinata teatral, de tono sagrado y grandioso. El rey subía por
ahí para hablar con el dios y bajaba después de haber recibido sus dictados,
ante la mirada del pueblo. Era puro teatro, escenificación.
Sólo
había un zigurat por ciudad, normalmente dedicado al culto de la divinidad
protectora. Normalmente su altura era de unos treinta metros. Sin embargo, el
zigurat de Marduk en Babilonia (Etemenanki “Casa fundamento del cielo y de la
tierra”), llegaba hasta los noventa o cien metros, según descripción de una
tablilla intacta del primer milenio a. C. (inmortalizado en la Biblia, Génesis
11, con la denominación de “Torre de Babel”).
Este
símbolo religioso constaba de 7 pisos de adobe recubiertos por una capa de
ladrillos policromados de 15 metros de espesor y de distintos colores, según
los pisos. El blanco: la luz. Azul: cielo. Oro: dorado, asociado a lo divino…
Los colores estaban jerarquizados.
Gracias a
la tablilla del escriba seléucida Anu-bel-shumi (Tablilla del Esagila) se
conocen sus dimensiones reales. Los textos cuneiformes llaman al templo de Marduk
en Babilonia: Esagila (“la casa de cabeza erguida”). Ocupaba un extenso recinto
rectangular rodeado de soberbias murallas con torreones. Tenía 55 capillas
laterales. El Camino Sagrado o calle procesional transitaba por el oeste del
templo, donde se abrían los cuatro grandes portones por los que la procesión
entraba y salía del área sagrada. En el recinto del templo de Marduk, se
alzaban las capillas de Zarpanit, consorte de Marduk; de su hijo Nabu; de Ea,
dios de la sabiduría y del océano; de Tashmetu, diosa “del escuchar”; de Nusku,
dios del fuego, y otras divinidades. La estatua de Marduk, su mesa, silla y
escabel eran de oro macizo. El “cielo dorado”, que gozaba de gran trascendencia
en las ceremonias del Año Nuevo babilónico, era un baldaquino o tejido de oro
con representaciones de los astros.
Un tema
parecido al relato bíblico de la confusión de lenguas, se lee en el poema
neosumerio “Enmerkhar y el Señor de
Aratta” (del s. XXI a. C. sobre una versión más antigua, descubierto por el
asiriólogo Samuel N. Kramer y que relata las tensiones político-económicas
entre el reino de Uruk y Aratta), en el que se adjudica a Enki la confusión de
las lenguas de la humanidad, disgustado de que todo el mundo agasajara y
adorara a Enlil en una sola lengua. Asimismo, Beroso, astrónomo e historiador
caldeo (Babilonia 330 a. C.), que dejó varios relatos históricos de su país
escritos en griego, escribió una cosmogonía babilónica en su obra “Babyloniaká”,
que recoge las tradiciones de los babilonios. En ella narra que antes de
aparecer en escena un mítico personaje anfibio llamado Oannes, que enseñó a los hombres la escritura y a vivir en
comunidad, la humanidad hablaba una sola lengua; después, el dios Nabu enseñó
diferentes lenguas a los distintos pueblos.
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