jueves, 10 de agosto de 2017

MITOS MESOPOTÁMICOS Y LA BIBLIA

EL POEMA DEL DILUVIO


Foto: Cameron Kirby

Se trata de un antiguo mito sumerio, conocido en su versión más antigua, por una tablilla hallada en Nippur. En ella, los dioses castigaban a los “cabezas negras” enviando una catástrofe natural de la que se salvó Ziusudra, constructor de una embarcación en la que se refugiaron las diferentes especies animales. Posteriormente el tema pasó a  los acadios, y después a la literatura asiria. El proceso de reelaboración posterior que sufrieron algunos mitos sumerios hizo que la historia del diluvio se incorporase al poema de Gilgamesh, provocando que éste se entrevistase con el superviviente de la catástrofe.
En la versión acadia, los primeros hombres, libres de todo lo que pudiera entorpecer su reproducción y dotados de una existencia interminable, eran laboriosos, pero tendían a multiplicarse excesivamente, y su “ruido” impedía dormir a Enlil que decidió exterminarlos con diversas calamidades. Envió hambres, epidemias, sequías, y finalmente el Diluvio (tema literario y mitológico hasta entonces inédito). 
Ante esta nueva y mortal amenaza, Enki/Ea, preocupado por volver a ver a los dioses nuevamente en las circunstancias catastróficas de las que les había sacado con la creación de los hombres, se las arregló con mucha astucia. Transmitió un sueño a Supersabio para que se salvase con un Arca, junto a su familia y lo necesario para reconstruir la fauna universal. Tras este episodio, Ea tomó una serie de medidas conservadoras, para que Enlil no volviese a tomar nuevas decisiones fatales. Introdujo el control de los nacimientos por medio de la esterilidad patológica o voluntaria, la mortalidad infantil y la reducción de la vida humana. De este modo, se señala el comienzo de los tiempos históricos con los hombres constituidos como tales. 
Poema de Atrahasîs, nombre que se puede traducir por el “Supersabio” y es el verdadero Noé mesopotámico. Este mito se copió varias veces en los períodos tardo-asirio y tardo-babilónico; dicha narración es la inspiración de la tablilla XI del Poema de Gilgamesh y de los capítulos 6-8 del Génesis bíblico. (Fuente: J. Bottéro y S. N. Kramer, 1989, págs. 527 y sigs.).

Tras la creación del hombre:
“Todavía no habían pasado mil doscientos años, que el territorio se había ampliado y la población multiplicado. Como un toro, el país alza tanto su voz, que el dios soberano se sintió incómodo por el ruido. Cuando Enlil escuchó su ruido se dirigió a los grandes dioses: El ruido de los humanos se ha hecho demasiado fuerte, ¡No puedo dormir con todo este ruido! Ordenad que caiga una epidemia sobre ellos…”
El Supersabio, devoto de Enki/Ea, restableció la situación con ayuda del dios, que le dijo que rindiese culto en exclusiva a Namter. Pero la situación se reprodujo y Enlil envió en esta ocasión la sequía y el hambre que el Supersabio dominó otra vez con ayuda de Enki/Ea y rindiendo culto en esta ocasión a Adad. Para terminar con la situación, Enlil decidió enviar el Diluvio con la oposición de Enki/Ea, que envió un sueño con instrucciones a Supersabio:
“Dices que quieres comprender este sueño. ¡Pues bien! Recuerda con exactitud lo que te voy a anunciar… ¡Derriba la casa para construir un barco! ¡Sepárate de tus bienes para salvar la vida! El barco que debes construir tendrá los lados iguales… ¡Ponle techo, para que, al igual que desde el Apsu (el inframundo mesopotámico), el sol no contemple su interior! Estará cerrado por todos los lados, y su equipamiento deberá de ser sólido, ¡Su calafateado espeso y resistente! ¡Seguidamente haré llover para ti pájaros en gran cantidad y peces por canastos! Enki habló entonces y llenó la clepsidra, regulándola para el comienzo del Diluvio siete días después”.
Supersabio, con auxilio de los Ancianos de la ciudad, ejecutó las instrucciones de Enki/Ea y realizó el embarque:

“Todo lo que tenía de oro, todo lo que tenía de plata, los animales “puros” (?)… a los más cebados los atrapa y embarca. Pájaros con plumas del cielo, rebaños… animales de la estepa: a todos embarca y, cuando la luna desapareció, invitó a los suyos a un banquete… Tras haber embarcado a su familia se come copiosamente y se bebe en abundancia. Pero él no hacía más que entrar y salir, sin sentarse ni tan siquiera acuclillarse, hasta tal punto estaba desesperado y con náuseas. Después el tiempo cambió de aspecto y Adad resonó en las nubes. Tan pronto como se escuchó el rugir del dios, se llevó betún para cerrar la escotilla y, en cuanto estuvo cerrada, Adad tronó en las nubes, al tiempo que un viento furioso rompió, del primer golpe, las amarras del barco”.

El Diluvio de Doré


El relato sigue con la exposición del terror de los dioses ante el diluvio y su gran hambre, pues no disponían de los acostumbrados sacrificios que les rendían los humanos. La duración del diluvio fue de siete días y en algunas versiones se recoge el episodio de soltar  un ave para verificar su final, al igual que en el Génesis.
Como ya se ha apuntado, con el transcurrir del tiempo este relato fue sufriendo diversas modificaciones, versiones como por ejemplo la tablilla XI del Poema de Gilgamesh, conocidas por varios textos tardíos. En el Poema del Diluvio y la Epopeya de Gilgamesh, el héroe del Diluvio relata al rey de Uruk (Gilgamesh), cómo alcanzó la inmortalidad:
Posteriormente, los dioses se reunieron en asamblea para decidir su exterminio. Sólo Ea, compadecido de los humanos, confió el secreto de los inmortales a un haz de cañas, que al moverse por el viento, lo susurró a un habitante de la ciudad de Surippak, llamado Utnapishtim (el Noé sumerio), antepasado de Gilgamesh. La voz misteriosa le dijo:
“Construye un navío, deja las riquezas, busca la vida, abomina los bienes, conserva la vida. Introduce la simiente de toda forma de vida en la nave”.
(Fuente: Carlos Cid “Mitología oriental ilustrada. Mesopotamia”. Pág. 200).

Utnapishtim llevó a cabo el consejo de Ea; construyó la nave y embarcó en ella con su familia, una pareja de cada especie animal y toda simiente de vida:
“Embarqué cuanto poseía, cargué la plata que poseía, subí mi oro; todo lo que poseía embarqué; toda simiente de vida guardé en el interior de la nave; toda mi familia, todos mis parientes. Las reses del campo, los animales del campo, los artesanos, a todos hice subir. Shamash había fijado el momento y me dijo: El rey de las tinieblas hará caer por la tarde una lluvia salada; entra en el barco y cierra la puerta. Llegó el momento. El rey de las tinieblas hizo caer al atardecer una lluvia salada. Yo contemplaba el aspecto del día; al advertir el estado del tiempo, el temor se apoderó de mi cuerpo y temblé; entré en el barco y cerré la puerta de la nave, entregué la dirección de la nave a Puzul-kur-gal, el hábil barquero; a él confié el navío con su cargamento. Cuando lució el pálido amanecer, de la base de los cielos subió una nube negra; Adad rugía en su interior.
Nabu y el Rey avanzaron; los heraldos recorrían las montañas del país, Nergal arrancó el mástil. Inurta avanza, comienza el ataque; los diabólicos Anunnaki alzan las antorchas: con sus resplandores abrazan la tierra; el tumulto de Adad alcanza los cielos. Lo que brillaba se transforma en tinieblas… El hermano no ve al hermano.
Las gentes no se reconocen en los cielos. Hasta los dioses tuvieron miedo del diluvio; huyeron, subieron al cielo de Anu. Los dioses se acurrucaron como el perro; en la muralla se recostaron… Transcurren seis días y seis noches angustiosos, avanzan el viento y el diluvio, el huracán domina el país. Al llegar el séptimo día amainó el huracán, cedió el diluvio. Habían luchado como un ejército furioso. El mar se apaciguó, el mal viento se disipó, el diluvio cesó. Miré el mar: los sonidos habían muerto y toda la humanidad se había convertido en fango; las marismas alcanzaban la altura de los tejados; abrí la ventana y el día cayó sobre mi mejilla. Estaba abatido, me senté, lloré; por mi rostro corrieron mis lágrimas. Miré el mundo y el horizonte del mar; a doce medidas emergía una isla.
El navío llegó al monte Nitsir. El monte Nitsir retuvo la nave; frenó el curso de su navegación…
A la llegada del séptimo día, hice salir una paloma, la dejé volar; la paloma se marchó, luego volvió: como no había encontrado lugar para posarse, volvió. Hice salir una golondrina, la dejé volar; se marchó, como no encontró lugar para posarse, volvió. Hice salir un cuervo, lo dejé volar; se marchó, vio el descenso de las aguas; comió, chapoteó, graznó, no volvió. Hice salir a los tripulantes del arca a los cuatro vientos, vertí una libación, puse una ofrenda en la cumbre de la montaña. Coloqué las jarras de los ofertorios; debajo de ellas extendí cañas, cedro y mirto. Los dioses olfatearon el olor. Los dioses olfatearon el buen olor. Los dioses se apretujaron como moscas por encima del sacrificador… El dios Enlil penetró en el navío, me tomó de su mano y me condujo afuera. Hizo que mi esposa se arrodillara a mi lado; permaneció entre nosotros nos tocó y nos bendijo: Antes Utnapishtim era un hombre mortal; sea ahora, juntamente con su esposa, igual a nosotros los dioses, y viva para siempre en las remotas desembocaduras de los ríos”.
(Fuente: Carlos Cid. “Mitología oriental ilustrada. Mesopotamia”. Págs.: 200-201-202).

Según algunos especialistas, parece ser que la embarcación que construyó, era de un tamaño y estructura poco habitual, ya que tendría forma de cubo perfecto, con seis cubiertas, cada una de las cuales dividida en nueve partes. La inundación duró siete días, hasta que “toda la humanidad se hubo transformado en arcilla”.
Esta versión es la asiria, que contiene el tema central del mito, pero se diferencia en muchos detalles de lo que se conoce de la versión sumeria y acadia anteriores, relacionadas con el Poema de la Creación. Sin embargo, la historia del Diluvio no termina aquí, ya que continúa con la exposición de una asamblea de los dioses en la que Ishtar lamenta la destrucción de su pueblo, culpa a Enlil de la inundación y jura por su collar de lapislázuli que no olvidará los días de la catástrofe. A su vez, Enlil, furioso porque algunos seres humanos se habían librado del Diluvio, acusó a Ea de haber revelado el secreto de los dioses. Ea logró tranquilizarle y Enlil declaró que Utnapishtim y su esposa serían como los dioses y vivirían eternamente en la boca de los ríos. Y con esto termina el relato de Utnapishtim sobre los nefastos días del Diluvio.
Dentro de la literatura y la mitología mesopotámicas la narración del Diluvio adquirió una importancia tan especial, que se convirtió en el centro de otras muchas historias, que giran a su alrededor, derivan de ella o se explican de algún modo por la gran catástrofe.

Otra versión de este antiquísimo mito (tercer milenio a. C.), coincide en lo esencial con lo relatado, aunque el papel de Noé corresponde a Utu:
El reino de Enki era un verdadero paraíso en el que vivían pacíficamente hombres y animales, sin conocer enfermedades, ni desgracias, ni muerte. Se desencadenó la catástrofe porque los hombres provocaron la ira de los dioses.
Todo pereció en el Diluvio; cuando terminó, Enki envió a Utu, el único hombre que sobrevivió, a su templo. En él recibió instrucciones, conoció los secretos y obtuvo permiso para comer de los frutos de todos los árboles menos de uno; pero Utu, que era curioso, comió del kassu, el árbol prohibido.
Al verlo, Enki exclamó: “No volverás a ver el rostro de la vida; la muerte será tu señora”. Es interesante el estrecho paralelismo de este pasaje, con la narración bíblica.

Versión bíblica del Diluvio, correspondiente obviamente al Génesis, capítulos 6, 7 y 8:
6.1 Cuando comenzaron a multiplicarse los hombres sobre la tierra, y tuvieron hijos, 2 viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron de entre ellas por mujeres las que bien quisieron. 3 Y dijo Yahvé: “No permanecerá por siempre mi espíritu en el hombre, porque no es más que carne. Ciento veinte años serán sus días”.
4. Existían entonces los gigantes en la tierra, y también después, cuando los hijos de Dios se unieron con las hijas de los hombres y ellas concibieron; éstos fueron los héroes del tiempo antiguo…
5. Viendo Yahvé cuánto había crecido la maldad del hombre sobre la tierra, y cómo todos sus pensamientos y deseos sólo tendían al mal, 6 se arrepintió de haber hecho al hombre en la tierra, doliéndose grandemente en su corazón, 7 y dijo: “Voy a exterminar al hombre que hice sobre la faz de la tierra; al hombre, a los animales, a los reptiles y hasta a las aves del cielo, pues me pesa haberlos hecho”. 8 Pero Noé halló gracia a los ojos de Yahvé…

12. Viendo pues, Dios que todo en la tierra era corrupción, pues toda carne había corrompido su camino sobre la tierra, 13 dijo a Noé: “Veo venir el fin de toda carne, pues la tierra está toda llena de sus iniquidades, y voy a exterminarlos a ellos con la tierra. 14 Hazte un arca de maderas resinosas, divídela en compartimentos, y la calafateas con pez por dentro y por fuera.
15 Hazla así: Trescientos codos de largo, cincuenta de ancho y treinta de alto; 16 harás en ella un tragaluz, y a un codo de éste acabarás el arca por arriba; la puerta la haces a un costado; harás en ella un primero, un segundo y un tercer piso, 17 pues voy a arrojar sobre la tierra un diluvio de aguas que exterminará cuanto bajo el cielo tiene hálito de vida. Cuanto hay en la tierra perecerá. 18 Pero contigo haré yo mi alianza: y entrarás en el arca, tú y tus hijos, tu mujer y las mujeres de tus hijos, contigo. 19 De todos los animales meterás en el arca parejas para que vivan contigo, 20 de las aves, de las bestias y de toda especie de animales, macho y hembra, y todos vendrán a ti de dos en dos. 21 Recoge alimentos de todas clases para que a ti y a ellos os sirvan de comida. 22 Hizo, pues, Noé en todo como Dios se lo mandó.

7.1 Después dijo Yahvé a Noé: “Entra en el arca tú y toda tu casa, pues sólo tú has sido hallado justo en esta generación. 2 De todos los animales puros has de tomar siete parejas, macho y hembra, mas de los impuros una pareja… 4 porque dentro de siete días voy a llover sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches y exterminaré de ella cuanto hice y vive”.
Noé ejecuta todas las instrucciones de Yahvé.
10. Pasados los siete días, las aguas del diluvio inundaron la tierra…


EL MISTERIO DE LA CREACIÓN


José Mª Blázquez refiere como Lara Peinado y García Cordero recogieron la clasificación de J. Le Gruen sobre las similitudes y diferencias entre la Biblia y el Enuma Elish.

En el Génesis:
Al principio Dios creó el cielo y la tierra.
Caos creado por Dios, tenebroso y acuoso.
Tehom (palabra hebrea que denomina el océano primordial) no personificado.
Pero la tierra era informe y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo, y el Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas.
A través de la palabra creadora, Dios (Elohim) creó la luz y la separó de las tinieblas.
Dijo asimismo Dios: Haya un firmamento en medio de las aguas que separe unas aguas de otras.
E hizo dios el firmamento y separó las aguas que están debajo del firmamento, de las que están sobre el firmamento.
Las aguas inferiores se reúnen en un lugar y surge la tierra.
Dios (Elohim) creó las plantas: Produzca la tierra hierba verde y que dé simiente, y árboles frutales que, conforme a su especie, den  sobre la tierra, fruto que contenga su semilla.
Dios creó dos luces: el sol y la luna para separar el día de la noche y servir de referencias a las estaciones, días y años.
Dios creó también las estrellas.
Dios creó los animales marinos, las aves del cielo y los animales terrestres. Los bendijo y les ordenó que se multiplicasen.
Dios (Elohim-Yahvé) creó al hombre a su imagen y semejanza.
El hombre fue modelado por Dios a partir del lodo de la tierra (arcilla) y un soplo divino le dio la vida. La mujer fue formada de una costilla del hombre.
Después Dios plantó un jardín en Edén y colocó allí al hombre para que lo cultivase y lo guardase.
De Edén salía un río para regar el paraíso y desde allí se dividía en cuatro brazos. Dos de ellos, el Tigris y el Éufrates.
El árbol de la vida estaba en medio del paraíso y  también el árbol de la ciencia del bien y del mal.
Bendición divina. Multiplicaos, y llenad la tierra. Comed del fruto de todos los árboles del paraíso: Mas del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal no comáis, porque en cualquier día que comiereis de él, ciertamente moriréis.

En el Salmo 8, 5 de la Biblia se afirma que Dios creó al hombre para dominar la tierra, y que fue hecho poco menos que los ángeles: 
5“¿Qué es el hombre, me digo, para que de él te acuerdes? ¿Qué es el hijo del hombre, que de él cuidas? 6 Poco menos lo has hecho que los ángeles y de gloria y honor lo has coronado. 7 Tú le has dado poder sobre las obras de tus manos; todo bajo sus pies lo has sometido”.

En el Poema babilónico de la creación o  Enuma Elish:
“Cuando en lo alto el cielo aún no había sido nombrado y abajo la tierra no tenía nombre”.
Caos inicial, anterior a los dioses y de donde ellos tienen su origen.
Este caos es acuoso. Hay dos principios: Apsu, personificación de las aguas dulces, y Tiamat, personificación de las aguas saladas.
Teogonía: Creación de múltiples dioses, como Lahmu, Lahamu, Arishar, Kishar, Anu, Nudinimud, Mummu, etc.
Marduk comprueba la efectividad de su palabra y hace aparecer y desaparecer una vestidura.
Combate entre Marduk (el orden) y Tiamat (el Caos).
Marduk crea el cielo de una de las dos mitades de Tiamat.
Este cielo es una bóveda compacta que sustenta el océano celeste.
Marduk colocó en los cielos componentes atmosféricos y constituyó la tierra. Nacimiento del Tigris y el Éufrates.
Marduk creó la luna para “fijar los días”, “las estaciones” de los dioses, tres constelaciones para cada mes, las estrellas, y estableció los días del año. También creó al sol (Shamash). Separación de la noche y el día.
Marduk es el inventor de la siembra, los cereales, las plantas y los animales.
Marduk le habla a Ea/EnkiVoy a crear un hombre”. Creación del hombre para estar al servicio y adoración de los dioses.
El hombre fue creado por el dios Ea/Enki con la sangre del dios Kingu (en la versión anterior acadia del Poema del Supersabio, era del dios We), ajusticiado para ese fin.

Como diferencia notable, hay que decir que los dioses de Mesopotamia, Babilonia y Asiria se engendraban unos a otros, y en cambio el dios bíblico es eterno.
En varios mitos antiguos orientales un dios forma a un hombre o a otros dioses “a su semejanza”. En Egipto, el faraón era símbolo viviente de dios en la tierra.
Los mitos de muchos pueblos mencionan un árbol de la vida, cuyos frutos si se comen producen la inmortalidad.
En Mesopotamia la envidia de los dioses ocasionó la caída del hombre; en cambio en el relato bíblico era un castigo infligido al hombre, que intentó ser semejante a Dios.
Samuel N. Kramer opina que los mitos sumerios debieron llegar a los hebreos a través de los fenicios.

EL MISTERIO DEL PARAÍSO Y LA COSTILLA DE ADÁN


En el poema sumerio llamado “Enki y Ninhursag”, de 278 líneas, se habla acerca del texto del paraíso que dispusieron los dioses para ellos en la tierra de Dilmun; sobre este territorio, algunos autores piensan que estaría localizado en el suroeste de Persia. El paraíso hebreo del Edén estaba regado por 4 ríos, similar al país de Dilmun. Enki, el dios del agua, ordenó a Utu, dios del Sol, que hiciera brotar agua fresca de la tierra para regar el suelo, convirtiéndose así en un bello y exuberante jardín. En Dilmun, las fieras salvajes no agredían, ni había enfermedades o sufrimientos, al igual que en el jardín bíblico. 
En este poema, Enki tuvo relaciones con sus hijas, y Ninhursag, que había sido su consorte, muy ofendida plantó el semen de Enki en la tierra, del que nacieron 8 plantas. Posteriormente, Enki cometió una falta al comerse las 8 plantas de Ninhursag, quien muy enojada, juró “no verle con buenos ojos hasta el día de su muerte”. Según algunos autores, esto se asemeja a la falta de Adán y Eva al comerse la manzana.
Asimismo, el relato bíblico del nacimiento de Eva de una costilla de Adán, comparada con este mito del paraíso sumerio, proporciona la explicación de una de las incógnitas de la Biblia, puesto que en el poema sumerio, Ninhursag le causó a Enki 8 enfermedades por haberse comido las plantas; pero finalmente fue convencida por Enlil (con la ayuda de un zorro) y los Anunnaki, de disolver su conjuro, generando 8 deidades para cada una de las enfermedades de Enki, que había enfermado en 8 partes de su cuerpo. Una de las partes enfermas de Enki era la costilla, que en lengua sumeria es “ti”, y la diosa que sanó la costilla de Enki se llamaba Ninti; “Nin” significa “señora o dama”, por lo que Ninti viene a ser “la Dama de la costilla”; además, “ti” significa en sumerio “hacer vivir”, por lo que, es fácil ver que el juego de palabras sumerio que identifica a “la Dama de la costilla” con “la Dama que hace vivir”, pasó a la Biblia.


EL MISTERIO DE LA TORRE DE BABEL Y LA CONFUSIÓN DE LENGUAS

Torre de Babel-Etemenanki


1 “No tenía entonces la tierra más que un solo lenguaje y unos mismos vocablos… 3 Y se dijeron unos a otros: Venid, hagamos ladrillos y cozámoslos al fuego. Y se sirvieron de ladrillos en lugar de piedras, y de betún en vez de argamasa. 4 Y dijeron: Vamos a edificar una ciudad y una torre, cuya cima llegue hasta el cielo: y hagamos célebre nuestro nombre antes de esparcirnos por toda la faz de la tierra. 5 Y descendió el Señor al ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de Adán… 7…Descendamos y confundamos allí mismo su lengua, de manera que el uno no entienda el habla del otro… 9 De donde se le dio a ésta el nombre de Babel, porque allí fue confundido el lenguaje de toda la tierra y desde allí los esparció el Señor por todas las regiones.
(Génesis 11)
La torre de Babel se identifica con el zigurat de Babilonia. 
El gran templo de la divinidad principal era el que poseía zigurat (la torre del templo). Templos inmensos dominados por zigurats (literalmente en acadio, “la prominente”), que eran torres de frisos escalonados, como montañas en etapas, edificados sobre terrazas rodeadas por muros de contención, que a veces estaban fortificados. De este modo se definía el territorio del dios.
Se trata de un monumento típico de la antigua Mesopotamia que imitaba y sustituía a la montaña sagrada, de suma importancia en la antigüedad, ya que era en su cima donde se producía el encuentro entre el dios y su profeta en exclusividad, ya que el pueblo no estaba autorizado a subir. Recordemos que a Moisés, Dios le dictó las Tablas de la Ley en lo alto del monte Sinaí, y también le advirtió que el pueblo no ascendiese:
 “20. Descendió el Señor sobre el monte Sinaí, a la cima misma del monte, y llamó a Moisés a aquella cumbre. Y habiendo subido allá,
21. Díjole: Baja e intímale al pueblo que no se arriesgue a traspasar los límites para ver al Señor, por cuyo motivo vengan a perecer muchísimos de ellos.
22. Los sacerdotes asimismo que se acercan al Señor, purifíquense, no sea que los castigue de muerte.
23. Dijo entonces Moisés al Señor: No se atreverá el pueblo a subir al monte Sinaí, puesto que tú me has intimado y mandado expresamente: Señala límites alrededor del monte y santifícalo.
24. Mas el Señor le dijo: Anda, baja: después subirás tú y Aarón contigo; pero los sacerdotes y el pueblo no traspasen los límites ni suban hacia donde está el Señor, no sea que les quite la vida.”
(Éxodo, 19, 20-24)

En el recinto del templo había pequeños santuarios dedicados a divinidades secundarias en torno al templo principal, formado por el santuario propiamente dicho y el siqurratu. Término que deriva de saqaru “estar alto”. Constituyen la forma de templo más antigua. 
El contacto con el dios se daba siempre en lo alto y, en este caso, el rey era su interlocutor. Así detentaba el poder político y religioso. (Un caso similar en el antiguo Egipto, es el del faraón Akhenatón, de la XVIII dinastía del Imperio Nuevo, que desposeyó de sus privilegios al clero de Amón, y se autoproclamó profeta de Atón e hijo de Atón hecho hombre, pues el dios revelaba sólo a él sus enseñanzas, para que las difundiese entre los hombres). 
Cuanto más alto era el zigurat, más importante era el dios, aunque los pisos superpuestos nunca podían superar el número siete, que para ellos representaba la totalidad. Estos edificios estaban orientados a los cuatro puntos cardinales, siguiendo efluvios astrales. 
En el santuario  de la cumbre tenía lugar el contacto con el dios. El santuario de la cima era pequeño, servía de antecámara del cielo y en realidad se trataba de un observatorio astronómico y lugar de posible celebración de la hierogamia (unión entre divinidades). 
El zigurat tenía un valor escenográfico de primer orden, materializando el centro del mundo donde la Tierra y el cielo se fundían; el ritmo lo marcaba la escalera, cada vez más estrecha a medida que se ascendía, singularizando la arquitectura. Era como una escalinata teatral, de tono sagrado y grandioso. El rey subía por ahí para hablar con el dios y bajaba después de haber recibido sus dictados, ante la mirada del pueblo. Era puro teatro, escenificación.
Sólo había un zigurat por ciudad, normalmente dedicado al culto de la divinidad protectora. Normalmente su altura era de unos treinta metros. Sin embargo, el zigurat de Marduk en Babilonia (Etemenanki “Casa fundamento del cielo y de la tierra”), llegaba hasta los noventa o cien metros, según descripción de una tablilla intacta del primer milenio a. C. (inmortalizado en la Biblia, Génesis 11, con la denominación de “Torre de Babel”).
Este símbolo religioso constaba de 7 pisos de adobe recubiertos por una capa de ladrillos policromados de 15 metros de espesor y de distintos colores, según los pisos. El blanco: la luz. Azul: cielo. Oro: dorado, asociado a lo divino… Los colores estaban jerarquizados.
Gracias a la tablilla del escriba seléucida Anu-bel-shumi (Tablilla del Esagila) se conocen sus dimensiones reales. Los textos cuneiformes llaman al templo de Marduk en Babilonia: Esagila (“la casa de cabeza erguida”). Ocupaba un extenso recinto rectangular rodeado de soberbias murallas con torreones. Tenía 55 capillas laterales. El Camino Sagrado o calle procesional transitaba por el oeste del templo, donde se abrían los cuatro grandes portones por los que la procesión entraba y salía del área sagrada. En el recinto del templo de Marduk, se alzaban las capillas de Zarpanit, consorte de Marduk; de su hijo Nabu; de Ea, dios de la sabiduría y del océano; de Tashmetu, diosa “del escuchar”; de Nusku, dios del fuego, y otras divinidades. La estatua de Marduk, su mesa, silla y escabel eran de oro macizo. El “cielo dorado”, que gozaba de gran trascendencia en las ceremonias del Año Nuevo babilónico, era un baldaquino o tejido de oro con representaciones de los astros.


Un tema parecido al relato bíblico de la confusión de lenguas, se lee en el poema neosumerio “Enmerkhar y el Señor de Aratta” (del s. XXI a. C. sobre una versión más antigua, descubierto por el asiriólogo Samuel N. Kramer y que relata las tensiones político-económicas entre el reino de Uruk y Aratta), en el que se adjudica a Enki la confusión de las lenguas de la humanidad, disgustado de que todo el mundo agasajara y adorara a Enlil en una sola lengua. Asimismo, Beroso, astrónomo e historiador caldeo (Babilonia 330 a. C.), que dejó varios relatos históricos de su país escritos en griego, escribió una cosmogonía babilónica en su obra  Babyloniaká”, que recoge las tradiciones de los babilonios. En ella narra que antes de aparecer en escena un mítico personaje anfibio llamado Oannes, que enseñó a los hombres la escritura y a vivir en comunidad, la humanidad hablaba una sola lengua; después, el dios Nabu enseñó diferentes lenguas a los distintos pueblos.

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