jueves, 24 de agosto de 2017

EL MITO DE INANNA EN EL INFRAMUNDO

Inanna como reina del cielo y de la Tierra, de la luz y de la noche, Señora fecundante de la Naturaleza, de la sabiduría y de la fuerza.


El infierno sumerio se llamaba Kur, y era un espacio que separaba la corteza terrestre del Mar Primordial, lúgubre residencia de los muertos e incluso de algunos dioses, a la que se llegaba atravesando una laguna en una barca tripulada por un barquero (antecedente del Hades – Infierno, del barquero Caronte y de la laguna Estigia de los griegos). Allí iban a parar hasta los insignes soberanos,  que eran recibidos e instruidos en su nuevo estado, por el famoso héroe Gilgamesh (héroe legendario de los sumerios, su vida y sus gestas son una versión primitiva de la historia bíblica del diluvio), transformado después de la muerte en Juez de los Muertos, cual Osiris egipcio.
Inanna  no satisfecha con reinar en el cielo y ser la Grande de las Alturas, deseaba ampliar su poderío y conquistar los Abismos o Infierno (Kur). Por lo que cogió las leyes divinas, se puso sus ropajes reales y sus mejores joyas, y resplandeciente de belleza, emprendió el viaje del que nadie vuelve. 

Como sabía que en el subsuelo reinaba Ereshkigal (su hermana mayor y peor enemiga, según algunos textos, o un desdoblamiento de ella misma), tomó las máximas precauciones. Advirtió a su visir que si no regresaba en un plazo prudencial, solicitara su resurrección a la asamblea de los dioses. En caso de que no le atendieran, debía recurrir a Enlil, luego a Nanna (que en el momento de la redacción del poema sumerio se consideraba un dios masculino de la Luna), y finalmente a Enki. Dicho esto, bajó al Kur. El portero, cumpliendo las órdenes de Ereshkigal, la dejó entrar, y en las siete puertas del Infierno los demonios le fueron quitando las joyas y los vestidos, de modo que cuando la arrojaron a los pies de la soberana del mundo de los muertos estaba completamente desnuda.
Los Anunnaki, los siete terribles jueces infernales, dirigieron a la consternada Inanna la “mirada de muerte” y la diosa dejó de existir; entonces, al quedar desprovista de la irresistible lozanía que tenía un instante antes, los demonios colgaron su cuerpo inerte de un agudo clavo, como si en lugar de la diosa de la belleza fuera un harapo.
En vista de su tardanza, el visir de Inanna cumplió su encargo, que nadie quiso atender excepto Enki, que hizo con barro dos seres sin sexo, les entregó el alimento y la bebida de la vida y los envió al Infierno para que los esparcieran sobre el cadáver de la diosa. Así lo hicieron y ella resucitó. Aunque viva, no podía salir del Infierno, porque lo prohibía una ley ineludible, que era la de que otro ser ocupara su lugar. A pesar de todo, le permitieron volver al mundo superior para que buscara un sustituto, acompañada por terribles diablos.
Se mostró así a varios dioses que, horrorizados, se cubrieron con andrajos y se arrodillaron ante ella, rogándole clemencia. Inanna se fue compadeciendo de todos, hasta que al final llegó a Kuball, donde reinaba su esposo, el dios-pastor Tammuz, que en otros tiempos había estado locamente enamorado de ella, a la que había logrado unirse.
Cuando Inanna se presentó ante él, este no se humilló ante ella por ser su esposo; al contrario, se adornó con sus mejores vestidos, lo que enfureció tanto a la diosa, que le lanzó una mirada mortal y lo entregó a los demonios, quienes se precipitaron sobre él y lo condujeron a los Infiernos.
Dumuzi palidece y se pone a gemir; eleva las manos al cielo e invoca a Utu, el dios del sol, hermano de Inanna y cuñado suyo, pidiéndole ayuda para escapar de las garras de los demonios transformando su mano en una «mano de dragón» y su pie en un «pie de dragón». (Resulta muy curioso que para escapar del inframundo tuviese que metamorfosearse).
Desgraciadamente, al llegar aquí, el texto de las tablillas se interrumpe. Pero sabemos, por otras fuentes, que Dumuzi era conocido como dios de los Infiernos.

He aquí el poema casi íntegro, reproducido del libro de Samuel N. Kramer: La historia empieza en Sumer (págs 126-132).


Desde la «Grande altura»
ella dirigió su pensamiento hacia el «Gran Abismo»;
Desde la «Gran Altura»,
la diosa dirigió su pensamiento hacia el «Gran Abismo»;
Desde la «Gran Altura»,
Inanna dirigió su pensamiento hacia el «Gran Abismo».
Mi Señora abandonó el cielo, abandonó la tierra,

Al mundo de los Infiernos descendió;
Inanna abandonó el cielo, abandonó la tierra,
Al mundo de los Infiernos descendió;
Ella abandonó la señoría, abandonó la soberanía,
Al mundo de los Infiernos descendió.
Las siete leyes divinas, ella se las sujetó;
Reunió todas las leyes divinas y las tomó en la mano;
Todas las leyes las colocó en su pie.
La shugurra, la corona de la Llanura, ella se la ciñó en la cabeza;
Los rizos del cabello, ella se los fijó en la frente;
La varilla y el cordel para medir el lapislázuli,
los mantuvo apretados en la mano;
Las pequeñas piedras de lapislázuli, se las ató alrededor de la garganta;
Las piedras-nunuz gemelas, se las sujetó al pecho;
El anillo de oro, lo colocó en su mano;
El pectoral «¡Ven, hombre, ven!» lo fijó en su busto.
Con el ropaje-pala de señoría, cubrió su cuerpo.
El afeite «¡Que se acerque, que se acerque!»
lo aplicó sobre sus ojos.
Inanna se dirigió hacia los Infiernos.
Su visir Ninshubur iba andando a su lado,
La divina Inanna dijo a Ninshubur:
«Oh, tú que eres mi sostén constante,
Mi visir de palabras favorables,
Mi caballero de palabras sinceras,
Yo voy a bajar al mundo infernal.
Cuando habré llegado a los Infiernos,
Eleva para mí una lamentación como se hace sobre las ruinas;
En la sala de reunión de los dioses,
haz redoblar el tambor por mí;
En la mansión de los dioses, recórrela en mi busca.
Baja para mí los ojos, baja para mí la boca,
.......................................................................
.......................................................................
Como un pobre, arrebújate, para mí, en un vestido único.
Y hacia el Ekur, morada de Enlil, dirige, solo, tus pasos.
Al entrar en el Ekur, morada de Enlil,
Llora ante Enlil:
"¡Oh, Padre Enlil, no permitas que tu hija
sea condenada a muerte en los Infiernos!
No dejes que tu Buen Metal
se cubra del polvo de los Infiernos;
No dejes que tu Buen Lapislázuli
sea tallado en piedra de lapidario;
No dejes que tu Boj
sea aserrado en madera de carpintero.
¡No dejes que la virgen Inanna sea condenada a muerte en los Infiernos!"
Si Enlil no te da su apoyo en este asunto, dirígete a Ur.
En Ur, al entrar en el Templo... del país,
El Ekishnugal, la mansión de Nanna,
Llora ante Nanna:
"Padre Nanna, no permitas que tu hija...
.......................................................................
Si Nanna no te presta su apoyo en este asunto,
vete a Eridu.
En Eridu, al entrar en la mansión de Enki,
Llora ante Enki:

"Oh, Padre Enki, no permitas que tu hija...70
.......................................................................
¡El Padre Enki, Señor de la Sabiduría,
Que conoce el "alimento de la vida",
que conoce el "brebaje de la vida",
Me hará volver, seguramente, a la vida!»
Inanna se dirigió, pues, hacia los Infiernos,
Y a su mensajero Ninshubur le dijo:
«¡Vete, Ninshubur,
Y no te olvides de las órdenes que te he dado!»
Cuando Inanna hubo llegado al Palacio, en la montaña de lapislázuli,
En la puerta de los Infiernos, ella se comportó bravamente,
Ante el Palacio de los Infiernos, ella habló bravamente:
«¡Abre la casa, portero, abre la casa!
¡Abre la casa, Neti, abre la casa, sola voy a entrar!»
Neti, el portero en jefe de los Infiernos,
Responde a la divina Inanna:
«¿Quién eres tú, por favor?
—Yo soy la reina del cielo, el lugar por donde sale el sol.
—Si tú eres la reina del cielo, el lugar por donde sale el sol,
¿Por qué, haz el favor de decirme, has venido al País de Irás y no Volverás?
Por la ruta de donde el viajero nunca regresa
¿por qué te ha conducido tu corazón?»
La divina Inanna le respondió:
«Mi hermana mayor, Ereshkigal,
Porque su marido, el Señor Gugalanna, ha sido muerto,
Para asistir a las honras fúnebres, ...;
¡así sea!»
Neti, el portero en jefe de los Infiernos,
Respondió a la divina Inanna:
«Espera, Inanna, permíteme que antes hable a mi reina.
A mi reina Ereshkigal,
déjame que le hable..., déjame que le hable.»
Neti, el portero en jefe de los Infiernos,
Entró en la casa de su reina Ereshkigal y le dijo:
«Oh, reina mía, es una virgen quien, igual que un dios...,
.......................................................................
Las siete leyes divinas...»71
Entonces, Ereshkigal se mordió el muslo y se puso furibunda.
Y dijo a Neti, el portero en jefe de los Infiernos:
«Ven acá, Neti, portero en jefe de los Infiernos,
Y lo que yo te ordeno no te olvides de cumplirlo.
De las Siete Puertas de los Infiernos quita los cerrojos,
Del Ganzir, el único Palacio que hay aquí, "rostro" de los Infiernos,
abre las puertas.
Y cuando Inanna entrará,
Muy doblada y humillada, ¡me la presentaréis desnuda ante mí!»
Neti, el portero en jefe de los Infiernos,
Atendió a las órdenes de su reina.
De las Siete Puertas de los Infiernos quitó los cerrojos,
Del Ganzir, el único Palacio de allá abajo, "rostro" de los Infiernos,
abrió las puertas.

A la divina Inanna le dijo:
«¡Ven, Inanna, entra!»
Y cuando ella entró,
La shugurra, la corona de la Llanura, le fue quitada de la cabeza.
«¿Qué es esto?, dijo ella.
—Guarda silencio, Inanna, las leyes de los Infiernos son perfectas.
¡Oh, Inanna, no desapruebes los ritos de los Infiernos!»
Cuando ella franqueó la segunda puerta,
La varilla y el cordel para medir lapislázuli
le fueron quitados.
«¿Qué es esto?, dijo ella.
—Guarda silencio, Inanna, las leyes de los Infiernos son perfectas.
¡Oh, Inanna, no desapruebes los ritos de los Infiernos!»
Cuándo ella franqueó la tercera puerta,
Las piedrecitas de lapislázuli le fueron quitadas de la garganta.
.......................................................................72
Cuando ella franqueó la cuarta puerta,
Las piedras-nunuz gemelas le fueron quitadas del busto.
.......................................................................
Cuando ella franqueó la quinta puerta,
El anillo de oro le fue quitado de la mano.
.......................................................................
Cuando ella franqueó la sexta puerta,
El pectoral «¡Ven, hombre, ven!» le fue quitado del pecho.
.......................................................................
Cuando ella franqueó la séptima puerta,
El ropaje-pala de señoría le fue quitado del cuerpo.
.......................................................................
Doblada y humillada, fue llevada desnuda ante Ereshkigal.
La divina Ereshkigal ocupó su lugar en el trono.
Los anunnakis, los siete jueces,
pronunciaron su sentencia ante ella.
Ella fijó su mirada en Inanna, una mirada de muerte,
Ella pronunció una palabra contra ella, una palabra de cólera,
Ella emitió un grito contra ella, un grito de condenación:
La débil Mujer fue transformada en cadáver,
Y el cadáver fue suspendido de un clavo.
Cuando tres días y tres noches hubieron transcurrido,
Su visir Ninshubur,
Su visir de palabras favorables,
Su caballero de palabras sinceras,
Elevó para ella una lamentación, como se hace sobre las ruinas;
Hizo redoblar para ella el tambor en la sala de reunión de los dioses;
Anduvo errante en su busca por la mansión de los dioses.
Bajó los ojos por ella, bajó la boca por ella,
.......................................................................
Como un pobre, en un vestido único, por ella se arrebujó,
Y hacia el Ekur, morada de Enlil, solo, dirigió sus pasos.
Cuando entró en el Ekur, la morada de Enlil,
Lloró ante Enlil:
«Oh, Padre Enlil, no permitas que tu hija
sea condenada a muerte en los Infiernos;
No dejes que tu Buen Metal
se cubra del polvo de los Infiernos;
No dejes que tu Buen Lapislázuli
sea tallado en piedra de lapidario;

No dejes que tu Boj
sea aserrado en madera de carpintero.
¡No dejes que la virgen Inanna sea condenada a muerte en los Infiernos!»
.......................................................................
Como que el Padre Enlil no le prestó su apoyo en este asunto,
Ninshubur se fue a Ur.
En Ur, al entrar en el Templo... del país,
El Ekishnugal, la mansión de Nanna,
Lloró ante Nanna:
«Padre Nanna, no permitas que tu hija...»73
.......................................................................
Como que el Padre Nanna no le prestó su apoyo en este asunto,
Ninshubur se fue a Eridu. En Eridu, al entrar en la mansión de Enki,
Lloró ante Enki:
«Oh, Padre Enki, No permitas que tu hija...»74
.......................................................................
El Padre Enki respondió a Ninshubur:
«¿Qué le ha ocurrido a mi hija? Estoy inquieto.
¿Qué le ha ocurrido a Inanna? Estoy inquieto.
¿Qué le ha ocurrido a la reina de todos los países? Estoy inquieto.
¿Qué le ha ocurrido a la hieródula del cielo? Estoy inquieto.»
Se sacó entonces barro de la uña y con él formó el kurgarru;
Se sacó barro de la uña pintada de rojo,
y con él modeló el kalaturru.
Al kurgarru le entregó el «alimento de la vida»;
Al kalaturru le entregó el «brebaje de la vida».
El Padre Enki dijo al kalaturru y al kurgarru:
.......................................................................75
«Las divinidades infernales os ofrecerán el agua del río;
no la aceptéis.
También os ofrecerán el grano de los campos; no lo aceptéis.
Sino decid a Ereshkigal:
"Danos el cadáver colgado del clavo."
Que uno de vosotros, entonces, lo rocíe con el "alimento de la vida"
y el otro con el "brebaje de la vida". ¡Entonces Inanna surgirá!»76
.......................................................................
Las divinidades infernales les ofrecieron el agua del río,
pero ellos no la aceptaron;
También les ofrecieron el grano de los campos,
pero ellos no lo aceptaron.
«Danos el cadáver colgado de un clavo»,
dijeron a Ereshkigal.
Y la divina Ereshkigal respondió.
al kalaturu y al kurgarru:
«Este cadáver es el de vuestra reina.
—Este cadáver, aunque sea el de nuestra reina,
dánoslo», le dijeron ellos.
Les dieron el cadáver colgado del clavo.
Uno lo roció con «alimento de vida»,
el otro con «brebaje de la vida».
E Inanna se puso de pie.
Cuando Inanna estuvo a punto de remontarse de los Infiernos,
Los anunnakis la cogieron y le dijeron:
«¿Quién, de entre los que han bajado a los Infiernos,
ha podido jamás remontarse indemne de los Infiernos?
¡Si Inanna quiere remontarse de los Infiernos,

Que nos entregue a alguien en su lugar!»
Inanna remontó de los Infiernos.
Y unos diablillos, igual que cañas-shukur.
Y unos diablazos, iguales que cañas-dubban,
Se le aferraron,
El que iba delante de ella, aunque no era visir,
tenía un cetro en la mano.
El que iba a su lado, aunque no era caballero,
llevaba una arma suspendida del cinto.
Los que la acompañaban,
Los que acompañaban a Inanna,
Eran seres que no conocían el alimento,
que no conocían el agua,
Que no comían harina salpimentada,
Que no bebían el agua de las libaciones,
De los que arrebatan la esposa del regazo del marido,
Y arrancan al niño del seno de la nodriza...»77
Acompañada de esta cohorte implacable, Inanna llega sucesivamente a las ciudades de Umma y Bad-tibira, cuyas dos divinidades principales se posternan ante ella, humildes y temblorosas, salvándose así de las garras de los demonios. A continuación, Inanna llega Kullab, cuyo dios tulelar es Dumuzi; y el poema continúa:
Dumuzi, revestido de un noble ropaje,
se había sentado orgullosamente en su trono.
Los demonios lo cogieron por los muslos.
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Los siete demonios se le echaron encima
como a la cabecera de un hombre enfermo.
Y los pastores ya no tocaron más la flauta
ni el caramillo ante él.
Inanna fijó su mirada en él, una mirada de muerte,
Y pronunció una palabra contra él, un grito de condenación:
«¡Él es, lleváoslo!»
Así la divina Inanna entregó en sus manos
al pastor Dumuzi.
Pero los que le acompañaban,
Los que acompañaban a Dumuzi,
Eran seres que no conocían los alimentos
ni conocían el agua,
Ni comían harina salpimentada,
Ni bebían el agua de las libaciones,
Eran de esos que no saben llenar de gozo el regazo de la mujer,
Ni besar a los niños bien nutridos,
Que quitan el hijo al hombre de encima de sus rodillas
Y se llevan a la nuera de la casa de su suegro.
Y Dumuzi lloraba, con el rostro verdoso,
Hacia el cielo, hacia Utu, elevó la mano:
«¡Utu, tú eres el hermano de mi mujer, yo soy el marido de tu hermana!
¡Yo soy el que lleva la crema a la casa de tu madre!
¡Yo soy el que lleva la leche a la casa de Ningal!
Haz de mi mano la mano de un dragón,
Haz de mi pie el pie de un dragón,
Déjame escapar de los demonios,

que no se apoderen de mi persona.»

Como apunta Carlos Cid en su libro Mitología oriental ilustrada. Mesopotamia, esta versión del mito de Tammuz en la que el esposo de Inanna parece haberle usurpado el trono en ausencia de ella, por lo que en consecuencia es castigado, se opone a la ya clásica historia del descenso de Inanna a los Infiernos, para rescatar a su esposo muerto. Ya que está en contradicción con la estructura tradicional de la historia de Tammuz, que posteriormente derivó en la conocida historia griega de Afrodita y Adonis, tras la adaptación de otra versión intermedia perdida, posiblemente fenicia.
Y es que los mitos, al pasar primero de boca en boca en una tradición oral milenaria, fueron sufriendo variaciones que continuaron al ponerse después por escrito, cambiando muchas veces el argumento, por lo que es muy difícil que a estas alturas sepamos la historia original.

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