Los genios eran seres de gran
importancia en Mesopotamia y, aunque inferiores a los dioses, participaban de
su esencia, rigiendo los destinos de la naturaleza (cuyas fuerzas elementales
representaban), interviniendo constantemente en la vida de los humanos. Se
llamaban en general utukku y se
dividían en dos grandes categorías:
Los genios benéficos, shedu o lamasu:
Eran como esfinges que protegían
a los humanos, llevaban sus ofrendas a los dioses, servían de mediadores,
guardaban los palacios y los templos, protegían las ciudades, y aunque
invisibles, acompañaban al hombre en todo momento.
Los shedu eran leones androcéfalos, seres guardianes que destacaban por
su mirada penetrante.
Y los lamasu, toros androcéfalos; ambos eran animales fabulosos,
híbridos. Construidos en piedra, en este caso tenían cabeza humana, alas de
águila y cuerpo de toro, y protegían de los malos espíritus.
Estos toros androcéfalos
flanqueaban las puertas como genios protectores, si bien aplicados a la pared,
sólo tienen valor de relieve. Poseían
cinco patas, pues las visiones correctas eran de frente (viéndose dos
patas) y de perfil, resultando visibles cuatro. Sintetizaban todos los poderes:
Las patas de toro, el dominio de la tierra.
Las alas, el cielo.
La cabeza humana, la participación de la inteligencia del hombre.
Los cuernos, protección divina.
La larga melena y la barba, el poder
Las alas, el cielo.
La cabeza humana, la participación de la inteligencia del hombre.
Los cuernos, protección divina.
La larga melena y la barba, el poder
Vestido con las galas propias de
la majestad asiria, el rostro auténtico se desvanecía entre el decorado y la
tiara con cornamenta, atributo de los dioses.
También había genios que llevaban
el agua purificadora y el polen para fecundar las palmeras y los cedros,
elevados a categoría de árbol sagrado o de la vida. Aparecían solos o en
parejas, simétricamente dispuestos a los lados del Árbol de la Vida. Tenían
cuerpo humano, enorme fortaleza y músculos exagerados en las versiones asirias;
vestían larga túnica real, poseían uno o dos pares de alas y cabeza de águila.
Recordaban a los dioses egipcios de cuerpo humano y cabeza de animal. Relación
con los posteriores símbolos de los evangelistas (San Lucas, el toro; San
Marcos, el león; San Juan, el águila; San Mateo, el ángel o el hombre).
Relieve
asirio de Nimrud. De la época de Assurbanipal (s. IX a. C).
En él puede verse a dos genios alados fecundadores y purificadores, quizá en relación con los apkallu, con cabeza de águila que tuvieron prolongadas repercusiones hasta la Edad Media, al lado del Árbol sagrado de la Vida.
En él puede verse a dos genios alados fecundadores y purificadores, quizá en relación con los apkallu, con cabeza de águila que tuvieron prolongadas repercusiones hasta la Edad Media, al lado del Árbol sagrado de la Vida.
Los genios perversos, edimmu, arallu:
Entre los genios maléficos se
encontraban los edimmu, almas de los
muertos que no habían recibido sepultura o no habían sido debidamente honrados
en los funerales. Se vengaban incomodando a los seres vivos que los
descuidaron; sin embargo era fácil librarse de ellos ofreciéndoles agua limpia
y una comida especial.
Peores eran los procedentes del
Kur o infierno, secreciones de la bilis
de Ea. Representaban al Mal en
sentido moral, por lo que inspiraban acciones criminales, mentiras y toda clase
de pecados; también personificaban las fuerzas desatadas de la naturaleza,
sobre todo huracanes, tempestades y toda serie de calamidades. Desconocían la
piedad, no escuchaban las súplicas y no se aplacaban con ofrendas, porque
ignoraban el amor. Solamente las artes de los exorcistas, si tenían éxito,
podían liberar a los seres humanos de estos engendros que les mortificaban con
enfermedades y con la muerte, apareciéndose con aspecto monstruoso, de cabezas horribles,
a veces leoninas con numerosos cuernos, garras de aves rapaces, varias alas y
extraños miembros. En estos espíritus del mal se halla el germen de las
representaciones medievales de los demonios, así como de muchas historias de
apariciones y tentaciones, que pueblan la iconografía cristiana medieval.
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