jueves, 15 de junio de 2017

DIOSES MESOPOTÁMICOS Y SUS MISTERIOS 1

LOS GRANDES DIOSES


En el anterior post os hablé de los dioses Anunnaki y ahora voy a explicaros el concepto de dioses en Mesopotamia y los dioses principales del panteón. 

Me siento con el deber de hacerlo cuando veo por internet a algunos bloggers y youtubers que, con el fin de hacer negocio ofrenciendo cursos que se sacan de la manga, viajes espirituales a "lugares de poder" y monetizando sus videos, promocionan teorías infantiles y fantásticas sin base alguna, en las que mezclan el tocino con la velocidad, apoyándose "en que todo está en los textos antiguos", pero nunca mencionan de qué textos se trata. Y yo me pregunto de qué textos hablan, ya que los que también hemos estudiado no comprendemos cómo llegan a semejantes conclusiones extravagantes a no ser que sean inventadas. Luego se montan conferencias a las que invitan al público a asistir por "un módico precio", que al final son reuniones de amiguetes con gustos afines donde se lo pasan bien, y para apoyar sus teorías cuentan verdades a medias o interpretan los datos a su manera, sin ninguna objetividad ni coherencia, y sin importarles si lo que están contando tiene o no algún viso de verdad. 
Yo no soy una persona excéptica, sino bastante abierta de miras, pero hay cosas que no tienen ningún sentido, ni  lógica alguna.
Internet está lleno de oportunistas y de desinformación no sólo acerca de los extraterrestres, sino también en lo referente a conspiraciones y a culturas antiguas, y el espectador inteligente debe saber separar el grano de la paja y no creerse cualquier cosa. En general, parece que la ignorancia campa a sus anchas.
Bueno, sin más preámbulos, paso a explicar la primera parte de los dioses mesopotámicos. 

Al principio, los dioses representaban a las fuerzas creadoras y soberanas de la naturaleza, llegando a confundirse con ellas.

Tenían sexo indeterminado. Algunas divinidades masculinas o femeninas llevaban el nombre de “Nin” que significa “señora”. Otros reunían en sí los dos sexos. Enlil era llamado “padre y madre que se crea a sí mismo”. Luego se pasó a la imagen simbólica del todo, representado solo por una parte; es decir, la roca, por ejemplo, simbolizaba la montaña divinizada; el árbol, al bosque. En la etapa siguiente, camino de la individualización, se adoptaron formas animales.

Genio alado de la purificación con cabeza de águila y una piña en la mano que algunos autores creen que podría hacer referencia a la glándula pineal.

Marduk fue “el toro negro del abismo”. Enlil “el buey poderoso” y Enki/Ea “el carnero de Eridu”. Solamente al final, en la definitiva y final antropomorfización, los dioses alcanzaron una personalidad. Ellos se presentaron con cualidades similares a las del ser humano, pero elevados a la categoría suprema, como prototipos perfectos de una humanidad superior. Fue entonces cuando se les vistió con ropas humanas, se les asignaron símbolos de poder y se les concedieron las emociones humanas. Eran soberanos celestes a imitación de los de la tierra, residiendo en palacios en el cielo, las cumbres de las montañas o en las profundidades de la tierra.

En sumerio, el nombre de Dios se representaba con un ideograma en forma de estrella denominado DINGIR, que se situaba al lado de los nombres de los dioses, para indicar precisamente su condición sobrehumana, ya que indicaba lo “alto”, el “cielo”. Se concebía el mundo divino como superior al mundo terrestre. 
Por otra parte, aparecen términos semíticos emparentados: 
“Ilu” (acadio); “él” (hebreo) “elohim”. Indican la misma posición superior y se usan como nombre de un dios particular, que es el dios único de la Biblia. En Ugarit, un “Él” encabezaba el panteón. Entonces, para imaginar a los dioses se adoptó la imagen de la clase dirigente, pero en clave superlativa. Es decir, los dioses eran como los hombres, pero superiores. Así nació el antropomorfismo.
Quizá este último cambio seguramente tuvo que ver con visitantes mucho más avanzados procedentes de otros mundos a los que en base a su superioridad tecnológica y/o espiritual divinizaron equiparándolos a sus dioses sin forma. Pero esto es sólo una teoría.
El antropomorfismo de los dioses deriva del concepto del poder absoluto del “señor”: Baal (semítico occidental); bêlu (acadio). Este dios-señor poseía territorios (había muchos Baal), era el amo que acaparaba poderes como los reyes, pero existía una conciencia de su distancia respecto a los mortales, ya que “el dios era todavía más grande”. El antropomorfismo de los dioses estaba dominado por la similitud con el pensamiento político y social de Mesopotamia. Las aldeas que se fusionaban para conformar una ciudad también unían a sus dioses principales por el de la aldea hegemónica. De este modo, se creaban grupos familiares y genealogías que relacionaban a los dioses de las ciudades principales con los dioses de las ciudades subordinadas. Desde principios del tercer milenio antes de Cristo, las ciudades-estado se asociaron, creándose sobre ellas un poder sobrenatural unificado y centralizado con base en Nippur, que operó como ciudad santa, aunque nunca ejerció un papel político importante.
Existen listas de 2.400, 2.500 y 3.300 nombres de dioses. No obstante, muchos de estos solo son epítetos del mismo dios.

Además, aparecen los nombres acadios y sumerios de los mismos dioses. Sin embargo, existía una jerarquía. Pocos dioses eran ilustres y recibían un culto oficial.

Estos grandes panteones eran el resultado de la absorción de panteones menores, locales, preexistentes. Hammurabi cita 20 dioses en su “Código”. Varios nombres aparecen como consecuencia de contactos lingüísticos. Además, los sincretismos redujeron un número importante de dioses. En todo caso, figuraba en cabeza la tríada formada por An (sumerio)/ (Anu en acadio); Enlil; Enki (sumerio)/ (Ea en acadio). 

A continuación se mencionan los dioses más importantes, ya que en el Poema de la Creación, se enumera la cifra redonda de “seiscientos”, distribuidos a partes iguales, mitad Arriba, por encima de la tierra y la otra mitad Abajo, debajo de ella.

La gran Tríada: Anu (en Babilonia preeminencia de Marduk), Enlil y Enki/Ea.




 ANU

(En sumerio An, el “cielo”). Dios supremo. Fundador de la dinastía de los dioses, era el padre del rey reinante Enlil, así como fuente y garantía de poder. Se recurría a su experiencia en casos de crisis. Tal vez se asimiló con “Él”. Encabezaba todas las listas divinas. Siempre fue objeto de culto, especialmente en Uruk. Su pareja era Antu (asimilada a Inanna Ishtar), y juntos presidían los destinos del Universo, pero no se ocupaban de los humanos; solamente protegían a los reyes y a los príncipes. En la época de Gudea, el famoso rey-sacerdote de Lagash (2060-2042 a. C.), Anu alcanzó la preponderancia y dignidad que mantuvo durante buena parte de la historia mesopotámica. Según el Poema de la Creación, Anu descendía del Apsu, el abismo acuoso, y de Tiamat, el Caos primordial.

Anu era el padre de los dioses, su morada estaba en el tercer cielo y se le invocaba con los títulos de Padre y Rey de los Dioses. Su símbolo era un templo coronado por el gorro divino, adornado con la cornamenta, tal y como aparece en los kudurru (mojones fronterizos) babilónicos. De Anu dependía la justicia suprema, que administraba desde su trono, coronado con la diadema de ocho pares de cuernos, símbolo del poder absoluto, y con el cetro, el círculo de la eternidad y el bastón de mando. Su número sagrado era el 60 y su animal sagrado era el toro celeste.

ENLIL

(En sumerio “Señor del viento de la tempestad”).

Desempeñaba el ejercicio real de la soberanía. En algunos fragmentos de tablillas sumerias muy antiguas parece que se indica que Anu sufrió alguna gran desdicha, y que su hijo Enlil mató a Enmesharra y vengó a su padre, papel que más tarde correspondió a Marduk. Más adelante, aunque eclipsado por Marduk, su culto subsistió. Dominaba la tierra y gobernaba a los hombres, siendo el señor por excelencia. Determinaba el destino y hacía observar la ley. Su centro de culto fue Nippur (en el templo de Ekur “Casa de la montaña”, nombre que más tarde significó templo o zigurat). Acompañaba a Anu y su compañera Ninlil se asimiló con Ishtar. En la mitología sumeria y babilónica, Enlil tuvo un carácter ambivalente: una parte era hostil a la humanidad y el principal desencadenante del diluvio; y la otra personificaba el benéfico poder fecundante de las aguas, divinidad bienechora responsable del Universo. Era él quien hacía que se levantara el día, quien se compadecía de los humanos, quien dirigía el crecimiento de todas las plantas y árboles de la tierra.
Asimismo, en algunas versiones muy primitivas del Poema de la Creación, se le consideraba como el origen de la humanidad y Señor de los humanos, que confiaba en los soberanos, actuando en representación suya, para que instruyeran y encaminaran a los humanos por los senderos de la justicia. Su número sagrado era el 50.

Una de las misiones principales de Enlil era la custodia de las tablillas del destino, cuya posesión le otorgaba poder sobre todas las cosas, ya que para los primeros babilonios “fijar el destino” de algo, animado o inanimado, significaba establecer su lugar en el orden creado. Uno de los primigenios mitos sumerios, relata que Zu, el pájaro de las tormentas, robó a Enlil las tablillas del destino y narra las aventuras de Enlil para recobrarlas. En los cilindros-sello antiguos se reproducía habitualmente la escena del pájaro Zu cautivo: mitad hombre y mitad pájaro, aguardaba el juicio del dios.

ENKI/EA

("EA" En sumerio significa “residencia del agua”, pero es el nombre dado por los semitas al dios sumerio Enki, “Señor de la tierra”). Se creía que habitaba en el Apsu o abismo líquido que sostenía el mundo, por lo que se le simbolizaba como un ser anfibio mitad cabra, mitad pez. El agua, llamada frecuentemente “agua de la vida”, era el elemento esencial en todo encantamiento cuyo objetivo fuese liberar al hombre de las enfermedades y los ataques de los demonios; y como Ea era el dios de las aguas, se le invocaba en los hechizos y se le conocía como Bel Shipti “Señor de los Encantamientos”, que aconsejaba y dirigía a sacerdotes y reyes, por lo que representaba al Consejero inteligente o Visir del rey (con analogía en las cortes de los reyes mesopotámicos). Era astuto y experto en procedimientos y técnicas. Dirigía la aplicación del poder, ya que sin él, el poder sería solo fuerza bruta. Tuvo cierta primacía junto con Anu y Enlil. Su centro estaba en Eridu y se le honraba con ritos relacionados con el agua. Su número sagrado era el 40, y los textos astrológicos le asignaban varias estrellas y constelaciones. De estas, las dos que se mencionan más frecuentemente son Piscis y Acuario.

Los textos explican que creó al hombre con un cuerpo de arcilla, modelado con sus manos, al que dio el alma con su soplo divino (al igual que Dios en la Biblia) y se le consideraba buen amigo de los humanos pues fue quien reveló a Supersabio/Utnapishtim/Noé el propósito de Enlil de destruir a los hombres, dándole así la oportunidad de construir una gran embarcación y salvarse de la inundación. 

Se le creía inventor de las artes mágicas, de las cuales dependía la protección de los mortales contra los poderes hostiles sobrenaturales. Era el patrono de las órdenes sacerdotales especializadas en los hechizos, los exorcismos y el arte de interpretar los sueños.

También se le llamaba Bel Nimegi “Señor de la Sabiduría”, por ser fuente de todos los conocimientos y enseñar a la humanidad las artes y oficios, instruyendo a los hombres en las técnicas de la escritura, la agricultura y la construcción. Se decía de él: “es sublime en todo el universo, soberano por naturaleza”, “domina la tierra”, “su sombra cubre el mundo”.

MARDUK

Su nombre significa en sumerio “sol joven o novillo del dios sol”, aunque el nombre de Marduk es claramente semítico, a diferencia de los de la mayoría de los dioses, que eran sumerios. Cuando Babilonia adquirió la hegemonía, Marduk desplazó a varios dioses muy antiguos y se transformó en la figura central del culto babilónico. Pero en Asiria tuvo que ceder el puesto a Assur (Ashur), divinidad suprema de esa nación. Marduk era la divinidad local de Babilonia desde muy antiguo y al principio representaba la acción fecundante de las aguas. La dinastía paleo-babilónica lo convirtió en dios universal. En el Código de Hammurabi se indica su promoción; sin ahogar a los dioses más antiguos, los superó. Otros dioses fueron confundidos con él al presentarse como imágenes o aspectos del poder de Marduk, como dios de la agricultura, Ninurta, etc.

El rey Hammurabi trabajó eficazmente para elevar a Marduk al puesto supremo. Como no se podía deshacer gratuitamente el milenario prestigio de Anu, inventó una historia que justificara el cambio: Cuando Marduk derrotó a Tiamat, le concedieron la facultad de fijar los destinos, algo que era muy importante en la mitología y el culto. De hecho, existía un solemne ceremonial para la “determinación de los destinos” y averiguar el nivel de prosperidad del año entrante, el cual a su vez se relacionaba profundamente con el acto ritual de la boda sagrada, que se desarrollaba en la capilla alta del zigurat. En ella el rey representaba al dios y una sacerdotisa de alto rango ejercía el papel de diosa. Esta parte del ritual se consideraba primordial para la fertilidad del campo. Después se celebraba una procesión que recorría el Camino Sagrado hasta la Casa del Festival, situada fuera de la ciudad; el rey, a la cabeza de la procesión “tomaba la mano” de Marduk para guiarle, seguido de todos los dioses que habían acudido como visitantes, de los sacerdotes y del pueblo.

En algún momento de esta etapa del festival se celebraría un emocionante y conmovedor combate entre Marduk y el dragón del Caos.

En el Enuma Elish desempeñaba un papel cosmogónico. Lo mismo ocurrirá más adelante con Ishtar y con Assur, que asumieron protagonismo cosmogónico cuando las ciudades o pueblos que les rendían culto pasaron a ser políticamente hegemónicos. Históricamente compartió el destino de Babilonia (Jeremías, 50,2).

Se decía de él: “aniquila las montañas”, “hace bascular los cielos y perturba el mar”.

 Código de Hammurabi. Musée du Louvre.

En el bajorrelieve se representa al dios Shamash, dios Sol titular de la justicia, del que hablaremos en otro artículo, caracterizado con la tiara de cuernos y rayos solares que arrancan de los hombros, sentado en su trono en el acto de dictarle las leyes a Hammurabi, quien en pie, escucha atentamente al dios.

La divinidad le entrega la vara y la cuerda de medir, atributos de poder y justicia. Este era un método que utilizaban los monarcas para legitimarse en el poder al hacer ver al pueblo que su potestad venía del mismo dios.

Ninguno de estos dioses tenía características reptilianas, ni se alude a ellos como reptiles, sino que se les equipara: a Anu con un "gran toro celeste".  Marduk, como queda dicho más arriba era el "toro negro del abismo". Enlil era "el buey poderoso" y Enki/Ea "el carnero de Eridu".

En los textos mesopotámicos tan solo se menciona a Tiamat como "dragón del Caos", es decir el principio de caos acuoso sin forma contra el que luchaban estos dioses que imponían el orden. Una idea que también encontramos en Egipto.



Estatuilla femenina de arcilla cocida, procedente de Ur, que tiene una datación entre el 6000 - 4000 a. C.


Los historiadores más convencionales piensan que intentaban representar seres humanos, y no seres mixtos con cuerpo humanoide y cabeza de animal como los dioses egipcios. Su estilizada cabeza recuerda a la de los reptiles, y por este motivo a figurillas como esta se las denomina "cabezas de lagarto". Los apliques de los hombros de la figura son bolitas de arcilla que pueden representar cicatrices ornamentales. Otras figuras tienen decoración con pinturas que quizá representan tatuajes.

Nota: Para todos los interesados en este tema de mitología mesopotámica, invito a leer las obras de autores acreditados como Jean Bottéro, Samuel Noah Kramer, Federico Lara Peinado, Carlos Cid, James B. Pritchard, etc. 

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