jueves, 8 de junio de 2017

EL MISTERIO DE LOS DIOSES ANUNNAKI

LOS DIOSES ANUNNAKI DE MESOPOTAMIA Y EL MISTERIO DE LA CREACIÓN DE LOS SERES HUMANOS

Según las tablillas mesopotámicas de escritura cuneiforme, en un pasado remoto unos dioses vinieron del cielo y se instalaron en la zona de la antigua Mesopotamia, entre los ríos Tigris y Éufrates, actual Iraq.


Según cuentan estas tablillas, el término Anunnaki viene a significar algo así como: “Primogenitura del príncipe”. Seguramente An (Anu), Enlil, o Enki, ya que según Jean Bottéro (uno de los más renombrados asiriólogos y expertos en la Biblia y el Antiguo Oriente Próximo, famoso por haber sido uno de los primeros traductores del Código de Hammurabi, y autor del libro La religión más antigua: Mesopotamia), la referencia mitológica es confusa. 


En realidad, se sabe muy poco de ellos, a pesar de que últimamente se ha hablado y escrito mucho, puesto que están de moda, por así decirlo.



Inicialmente representaban a “los dioses de arriba”, “del cielo”, eminentes y poderosos, siendo la clase alta. Eran los “jefes” de otros dioses de menor rango llamados Igigi. Eran los “grandes dioses” que ocupaban un lugar destacado en la jerarquía divina. En origen parece ser que pertenecían al panteón de Nippur, y luego pasaron a Eridu y a Lagash. También se creía que de la unión del dios Anu y Antu (que significa “tierra” en sumerio) nacieron los dioses Anunnaki y los siete Assakki maléficos o demonios. ¿Quiénes son estos últimos? Nada se sabe.


En las tablillas mesopotámicas se narra que los Anunnaki detentaban el poder y los Igigi ejercían tareas diversas.


La creación del hombre se relata en el “Poema del Supersabio”, también llamado Atrahasîs. Se trata de una obra de unos 1.200 versos repartidos en tres tablillas, aunque solo quedan de él 2/3, suficiente para comprender su desarrollo. Asimismo, se conocen copias desde el año 1.700 a. C. Es obvio ver en él el prototipo de los primeros capítulos del libro bíblico del Génesis, evidentemente este último tratado con un espíritu distinto, reelaborado, reestructurado y readaptado al “monoteísmo”.


En ninguna parte se habla de Teogonía, sino que los dioses existen y eso es todo.



En estas tablillas se relata que los Anunnaki, que eran los dioses de clase alta, llenaron de cargas a los Igigi, y estos se rebelaron, pidiendo ser tratados con igualdad, puesto que tenían la misma naturaleza que los Anunnaki. Entonces, los dioses celebraron un consejo y el más ingenioso de ellos, Enki, propuso un plan.


Se trataba de crear un sustituto de los Igigi, que se encargaría de realizar sus tareas. En los textos se explica que este sustituto sería modelado con arcilla, materia prima de aquel país, lo que implicaba una limitación: la muerte.


Jean Bottéro, explica que, en recuerdo del polvo de tierra en que se convierten los huesos, se decía “volver a su arcilla”.



En el relato bíblico de la expulsión del paraíso, Dios también dice: Mediante el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra de que fuiste formado: puesto que polvo eres y a ser polvo tornarás. (Génesis 3,19).



Pero sigamos con el relato. El hombre así configurado nunca podría, como los Igigi, paralizar su trabajo para intentar obtener un estado superior igual al de los dioses. Sin embargo, había que “animar” a esa arcilla para que el sustituto elaborado con ella estuviera en magníficas condiciones para cumplir su misión trabajadora de la manera más parecida posible a sus antecesores divinos, por lo que para animar esa arcilla se amasaría el barro con la sangre de un dios de segundo orden, inmolado para ese fin.



Se creó con la mezcla de arcilla y sangre procedente de uno de los dioses menores para que pudiera ocupar el lugar de estos últimos. El nombre del dios escogido para morir comandaba la propia constitución del hombre. Se llamaba we-ilu (=we-dios). (Desconocido en el panteón y seguramente más o menos forjado para la ocasión). Lo que explica que el hombre sea el awelum (nombre acadio del hombre), que además tenía temmu (espíritu), inteligencia y psiquismo.



Así se obtiene el término compuesto we+temmu= wetemmu, que designa el doble o fantasma del hombre (todo lo que quedaba del hombre después de su muerte). Este concepto es importante para explicar aspectos de las creencias de los mesopotámicos en el más allá.


El hombre sería como los primeros Igigi, el que trabajaba para los dioses, su servidor, afanándose para provecho de ellos durante toda su vida de hombre (awelum), antes de dejar forzosamente el trabajo a su muerte, y convertirse en fantasma (wetemmu).



Una vez aprobada la propuesta en la Asamblea de los dioses, se llevó a cabo el proyecto que se realizaría por un simple patrón, un prototipo llamado lullü, interviniendo en esta primera operación la Gran Señora y Madre Universal de los dioses, que antaño formaba parte de la Gran Tétrada, Bëlit-Ilï.


Tuvieron  algunos intentos fallidos pero finalmente dieron con la forma de hacerlo. En el prototipo humano próximo a los dioses se encontraban mezclados el dios y el hombre. 


Una vez realizado el prototipo humano y aprobado nuevamente por los dioses, se pasaba, como en una factoría, a la fabricación en serie y por el procedimiento de reproducción que sería desde entonces regular: la concepción.



Aparentemente eligieron a 14 diosas con el propósito de colocar en sus matrices “la arcilla del prototipo”. Bottéro explica que la gestación duró 10 meses lunares y el resultado de esto fue el nacimiento de 7 parejas previstas, antepasados de todos los hombres: 7 matrices para los hombres y 7 para las mujeres.


En el texto hay algunas lagunas pero parece ser que esas 14 primeras “madres” (diosas), inauguraron y regularon el ritual del parto, desde entonces tradicional, y ya no sabemos nada más.



La Creación del hombre en la Biblia por parte de Dios, también se llevó a cabo con barro, al igual que el Enki mesopotámico (Génesis 2, 7):


Entonces Dios formó al hombre del lodo de la tierra, e inspiróle en el rostro un soplo de vida, y quedó hecho el hombre, ser con alma viviente.



Asimismo, el dios egipcio Cnum, de aspecto de carnero, según la mitología egipcia, igualmente creó al hombre mediante el limo.



De la misma forma, la redacción relativamente moderna (época babilónica) del Poema de la Creación aparece también en el cántico de la fiesta del Año Nuevo en Babilonia, basado a su vez en varias versiones más arcaicas e incluso divergentes.



En época babilónica encontramos el mismo relato. Versión babilónica posterior a la original:



Después de la titánica lucha contra el caos del dios Anu, (disfrazado de Marduk por las razones políticas de Hammurabi), y de la ordenación de la tierra, llegó el momento de la creación del hombre.


Como se ha explicado en la anterior versión, el fin perseguido era liberar a los dioses de las tareas manuales. Marduk dice ante la asamblea que creará al hombre y que se encargará de servir a los dioses para que vivan a gusto. Pero para que los dioses lo consiguieran, era preciso crear un sustituto y tenía que existir la muerte para posibilitar la existencia de nuevas vidas.


Se narra que se escogió al dios Kingu, en esta versión, segundo marido de Tiamat (el océano de agua salada, principio caótico, superior y todopoderoso del que junto con Apsu, previa pareja divina original que era el abismo de agua dulce, surgieron todos los seres que existen, empezando por los dioses). Kingu era el poseedor de las “tablillas del destino”, que estaba a la cabeza de un ejército de dragones y serpientes monstruosas, y que había sido vencido por Marduk en su lucha contra el caos, al que acusaron los dioses de haber provocado la insurrección de Tiamat; por eso le ejecutaron y Enki o Marduk formaron con su sangre y poderes mágicos a los hombres, y les impusieron el deber de servir a los dioses. La creación del género humano debió de ser difícil, porque fue la única ocasión en que el poderoso Marduk necesitó la ayuda de la diosa Aruru (la Diosa Madre, antecesora de Inanna-Ishtar).


Posteriormente, no se sabe muy bien cómo, ni por qué, aunque se sospecha que pudo tener que ver con esta insurrección, los Igigi pasaron a representar a los dioses celestes, los más dignos de prestigio, y los Anunnaki pasaron a ser los dioses de abajo, los que habitaban en el Infierno, que los pueblos mesopotámicos llamaban “la tierra firme inferior”. 


Esto podría tener relación con los “ángeles caídos” de la Biblia, que perdieron la batalla narrada en el poema mesopotámico Enuma Elish.



¿Tendrá algo que ver todo esto con extraterrestres y con la tierra hueca, como defienden algunos autores, o se tratará simplemente de mitología de pueblos antiguos sobre fenómenos de la naturaleza, como señalan los más académicos?



Está claro que algo debió suceder en un pasado muy remoto, que nuestros antepasados homínidos interpretaron a su manera, con la capacidad cognitiva que tenían en aquel momento y con todas sus limitaciones, forjando una historia que iría pasando de generación en generación con más o menos cambios, hasta que pudo ponerse por escrito. Y que sufriría ligeras variaciones a lo largo del tiempo, según intereses de los gobernantes, como en el caso de Hammurabi, que catapultó por razones políticas a su dios Marduk a lo más alto del panteón, equiparádolo al antiguo Enki.

 Estela de Naram-Sin (2250 a. C.) Musée du Louvre

En esta estela que tomo como modelo, en una sola escena se conmemora la victoria del rey y de su ejército sobre los lullubitas, belicoso pueblo de los Zagros. La composición, presidida por tres símbolos divinos (dos parcialmente estropeados), centra su interés en la figura del rey armado, como emblema de poder, y adornado con la tiara de cuernos, distintivo de los dioses, con una lograda monumentalidad obtenida por la superioridad de tamaño (perspectiva jerárquica).
Este detalle de la tiara de cuernos como emblema de la divinidad es muy curioso. De hecho, el dios Anu portaba la diadema de ocho pares de cuernos, que simbolizaba el poder absoluto. Y es que el poder espiritual se representa con una gran cornamenta. Por ejemplo, el animal de poder de un gran maestro espiritual es un enorme venado de inmensa cornamenta. Y Anu era conocido como "el gran toro celeste".

Hay algunos investigadores que postulan que los seres humanos fuimos creados por seres reptilianos de avanzadísima inteligencia, equiparando estos reptilianos con los mencionados dioses Anunnaki, en una reinterpretación personal y novedosa de los antiguos textos mesopotámicos que se ha puesto de moda
¿Qué hay de cierto es esta afirmación? Personalmente yo opino que se le está dando demasiada importancia a estas supuestas entidades reptilianas, sobrevalorándolas, cuando, en el caso de que existieran, sólo serían un eslabón más de la cadena. Pero esta es una apreciación mía, sin la menor trascendencia. Lo que sí saben con certeza los historiadores, siempre basándose en las pruebas de las milenarias tablillas, es que en la mitologia mesopotámica los dioses nunca eran malos, aunque existía el conflicto entre el Bien y el Mal. El Mal era obra de espíritus más fuertes que los hombres, aunque inferiores a los dioses y que castigaban a la humanidad pecadora y corrompida. Esas entidades no recibían culto, sino todo lo contrario, había que combatirlas.  

Como apunta Bottéro, la religión mesopotámica no poseía nada de misticismo, pues lo divino producía miedo y paralizaba. En esta religión los dioses estaban demasiado altos, considerándoseles autoridades supremas de las que los humanos, sometidos a su servicio, humildemente dependían. (Los entronizaron los akkadios, una vez que la civilización sumeria decayó, pues para los sumerios los dioses eran más cercanos y vivían entre los hombres).

Nosotros, tal y como afirma la Biblia y algunos evangelios gnósticos, fuimos creados “a imagen y semejanza”. En el gnosticismo, que se basa en la idea de que el conocimiento nos trae la liberación, se afirma que “despertar” significa darse cuenta de que “somos como el Creador”. Esta idea podría referirse a que los dioses, como narran las antiguas tablillas mesopotámicas, "nos formaron con su sangre", es decir, con parte de su ADN.

¿Y por qué oficialmente no se ha descubierto vida inteligente más allá de la Tierra? Una razón podrían ser las grandes oligarquías y corporaciones con intereses contrarios a este fin, ya que entonces el poder de los dirigentes terrestres no valdría nada, puesto que habría por encima unos seres infinitamente superiores con potestad visible sobre nosotros, ya que a fin de cuentas, somos un planeta subdesarrollado si nos comparamos con otras civilizaciones más avanzadas.

Otra razón podría ser que los presuntos extraterrestres, intraterrestres, seres interdimensionales o dioses no desean ser detectados oficialmente. Por ejempo, los supuestos seres de dimensiones superiores podrían estar en un ángulo dimensional que nosotros no percibimos ni alcanzaríamos a comprender,  por lo que estos seres solo interactuarían con nosotros si ellos así lo decidiesen.

Y la última razón es que realmente estemos solos en un universo con una antigüedad de millones de años que no cesa de expandirse, por lo que podría afirmarse que es infinito, formado de materia y energía oscura de las que poco sabemos, con numerosos agujeros negros, supuestos agujeros de gusano, e incontables galaxias con miles de millones de sistemas solares repletos de innumerables estrellas y planetas, y que, paradójicamente, seamos la única civilización existente en tan vasto espacio desaprovechado. 
Podría ser que las civilizaciones avanzadas se hayan extinguido debido a algún desastre auto-provocado que en nuestro caso aún estaría por ocurrir. Pero, ¿todas sin excepción? ¿Acaso es una norma? Hay una idea que postula que frente a cada decisión que tomamos, el universo se divide en realidades alternativas. Es decir, nuestras decisiones crean destinos y los destinos crean universos. Quizá en “nuestro” universo no haya nadie más que nosotros y en cambio “otros universos alternativos” estén rebosantes de vida inteligente y los diferentes planos puedan interpenetrarse, ya que el universo es mental.

Puede que estemos prisioneros en una especie de cuarentena que nos mantiene aislados, que realmente el espacio esté rebosante de vida y a nosotros se nos oculte, o a lo mejor todo son elucubraciones de la imaginativa y creativa mente humana.

¿Vosotros qué opináis? 

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