LOS DIOSES ANUNNAKI DE MESOPOTAMIA Y EL MISTERIO DE LA CREACIÓN DE LOS SERES HUMANOS
Según las tablillas
mesopotámicas de escritura cuneiforme, en un pasado remoto unos dioses vinieron
del cielo y se instalaron en la zona de la antigua Mesopotamia, entre los ríos
Tigris y Éufrates, actual Iraq.
Según cuentan estas tablillas, el término Anunnaki viene a significar algo así
como: “Primogenitura del príncipe”. Seguramente An
(Anu), Enlil, o Enki, ya que según Jean Bottéro (uno
de los más renombrados asiriólogos y expertos en la Biblia y el Antiguo Oriente
Próximo, famoso por haber sido uno de los primeros traductores del Código de
Hammurabi, y autor del libro La
religión más antigua: Mesopotamia), la referencia mitológica es
confusa.
En realidad, se sabe muy poco de ellos, a pesar de que últimamente se ha
hablado y escrito mucho, puesto que están de moda, por así decirlo.
Inicialmente representaban a “los dioses de
arriba”, “del cielo”, eminentes y poderosos, siendo la clase alta. Eran los
“jefes” de otros dioses de menor rango llamados Igigi. Eran los “grandes dioses” que ocupaban un lugar
destacado en la jerarquía divina. En origen parece ser que pertenecían al
panteón de Nippur, y luego pasaron a Eridu y a Lagash. También se creía que de
la unión del dios Anu y Antu (que significa “tierra” en sumerio)
nacieron los dioses Anunnaki y los siete Assakki maléficos o
demonios. ¿Quiénes son estos últimos? Nada se sabe.
En las tablillas mesopotámicas se narra que los Anunnaki detentaban el
poder y los Igigi ejercían tareas
diversas.
La creación del hombre se relata en el “Poema
del Supersabio”, también llamado Atrahasîs.
Se trata de una obra de unos 1.200 versos repartidos en tres tablillas, aunque
solo quedan de él 2/3, suficiente para comprender su desarrollo. Asimismo, se
conocen copias desde el año 1.700 a. C. Es obvio ver en
él el prototipo de los primeros capítulos del libro bíblico del Génesis,
evidentemente este último tratado con un espíritu distinto, reelaborado,
reestructurado y readaptado al “monoteísmo”.
En ninguna parte se habla de Teogonía, sino que los dioses existen y eso es todo.
En estas tablillas se relata que los Anunnaki,
que eran los dioses de clase alta, llenaron de cargas a los Igigi, y estos se rebelaron, pidiendo
ser tratados con igualdad, puesto que tenían la misma naturaleza que los Anunnaki. Entonces, los dioses
celebraron un consejo y el más ingenioso de ellos, Enki, propuso un plan.
Se trataba de crear un sustituto de los Igigi,
que se encargaría de realizar sus tareas. En los textos se explica que este
sustituto sería modelado con arcilla, materia prima de aquel país, lo que
implicaba una limitación: la muerte.
Jean Bottéro, explica que, en recuerdo del polvo de tierra en que se
convierten los huesos, se decía “volver a su arcilla”.
En el relato bíblico de la expulsión del paraíso, Dios también dice: Mediante
el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra de
que fuiste formado: puesto que polvo eres y a ser polvo tornarás. (Génesis
3,19).
Pero sigamos con el relato. El hombre así configurado nunca podría, como
los Igigi, paralizar su trabajo para intentar obtener un estado superior
igual al de los dioses. Sin embargo, había que “animar” a esa arcilla para que
el sustituto elaborado con ella estuviera en magníficas condiciones para
cumplir su misión trabajadora de la manera más parecida posible a sus antecesores
divinos, por lo que para animar esa arcilla se amasaría el barro con la sangre
de un dios de segundo orden, inmolado para ese fin.
Se creó con la mezcla de arcilla y sangre procedente de uno de los dioses
menores para que pudiera ocupar el lugar de estos últimos. El nombre del dios
escogido para morir comandaba la propia constitución del hombre. Se llamaba we-ilu
(=we-dios). (Desconocido en el panteón y seguramente más o menos forjado
para la ocasión). Lo que explica que el hombre sea el awelum (nombre acadio
del hombre), que además tenía temmu (espíritu), inteligencia y
psiquismo.
Así se obtiene el término compuesto we+temmu= wetemmu,
que designa el doble o fantasma del hombre (todo lo que quedaba del hombre
después de su muerte). Este concepto es importante para explicar aspectos de
las creencias de los mesopotámicos en el más allá.
El hombre sería como los primeros Igigi, el que trabajaba para los
dioses, su servidor, afanándose para provecho de ellos durante toda su vida de
hombre (awelum), antes de dejar forzosamente el trabajo a su muerte, y
convertirse en fantasma (wetemmu).
Una vez aprobada la propuesta en la Asamblea de los dioses, se llevó a cabo
el proyecto que se realizaría por un simple patrón, un prototipo
llamado lullü, interviniendo en esta primera operación la Gran Señora y
Madre Universal de los dioses, que antaño formaba parte de la Gran Tétrada, Bëlit-Ilï.
Tuvieron algunos intentos fallidos
pero finalmente dieron con la forma de hacerlo. En el prototipo humano próximo
a los dioses se encontraban mezclados el dios y el hombre.
Una vez realizado el prototipo humano y aprobado nuevamente por los dioses,
se pasaba, como en una factoría, a la fabricación en serie y por el
procedimiento de reproducción que sería desde entonces regular: la concepción.
Aparentemente eligieron a 14 diosas con el
propósito de colocar en sus matrices “la arcilla del prototipo”. Bottéro explica que la gestación duró 10 meses lunares y el
resultado de esto fue el nacimiento de 7 parejas previstas, antepasados de todos
los hombres: 7 matrices para los hombres y 7 para las mujeres.
En el texto hay algunas lagunas pero parece ser que esas 14 primeras
“madres” (diosas), inauguraron y regularon el ritual del parto, desde entonces
tradicional, y ya no sabemos nada más.
La Creación del hombre en la Biblia por parte de Dios, también se llevó a
cabo con barro, al igual que el Enki mesopotámico (Génesis 2, 7):
Entonces Dios formó al hombre del lodo de la tierra, e inspiróle en el
rostro un soplo de vida, y quedó hecho el hombre, ser con alma viviente.
Asimismo, el dios egipcio Cnum, de aspecto de carnero, según la
mitología egipcia, igualmente creó al hombre mediante el limo.
De la misma forma, la redacción relativamente moderna (época babilónica)
del Poema de la Creación aparece también en el cántico de la
fiesta del Año Nuevo en Babilonia, basado a su vez en varias versiones más
arcaicas e incluso divergentes.
En época babilónica encontramos el mismo relato. Versión babilónica
posterior a la original:
Después de la titánica lucha contra el caos del dios Anu,
(disfrazado de Marduk por las razones políticas de Hammurabi), y de la
ordenación de la tierra, llegó el momento de la creación del hombre.
Como se ha explicado en la anterior versión, el fin perseguido era liberar
a los dioses de las tareas manuales. Marduk dice ante la asamblea que
creará al hombre y que se encargará de servir a los dioses para que vivan a
gusto. Pero para que los dioses lo consiguieran, era preciso crear un sustituto
y tenía que existir la muerte para posibilitar la existencia de nuevas vidas.
Se narra que se escogió al dios Kingu, en esta versión, segundo marido de
Tiamat (el océano de agua salada, principio caótico, superior y
todopoderoso del que junto con Apsu, previa pareja divina original que
era el abismo de agua dulce, surgieron todos los seres que existen, empezando
por los dioses). Kingu era el poseedor de las “tablillas del destino”,
que estaba a la cabeza de un ejército de dragones y serpientes monstruosas, y que había sido vencido por Marduk en su lucha contra el caos, al
que acusaron los dioses de haber provocado la insurrección de Tiamat;
por eso le ejecutaron y Enki o Marduk formaron con su sangre y
poderes mágicos a los hombres, y les impusieron el deber de servir a los
dioses. La creación del género humano debió de ser difícil, porque fue
la única ocasión en que el poderoso Marduk necesitó la ayuda de
la diosa Aruru (la Diosa Madre, antecesora de Inanna-Ishtar).
Posteriormente, no se sabe muy bien cómo, ni por qué, aunque se sospecha
que pudo tener que ver con esta insurrección, los Igigi pasaron a representar a los dioses celestes, los más dignos
de prestigio, y los Anunnaki pasaron
a ser los dioses de abajo, los que habitaban en el Infierno, que los pueblos
mesopotámicos llamaban “la tierra firme inferior”.
Esto podría tener relación con los “ángeles caídos” de la Biblia, que
perdieron la batalla narrada en el poema mesopotámico Enuma Elish.
¿Tendrá algo que ver todo esto con extraterrestres y con la tierra hueca,
como defienden algunos autores, o se tratará simplemente de mitología de
pueblos antiguos sobre fenómenos de la naturaleza, como señalan los más académicos?
Está claro que algo debió suceder en un pasado muy remoto, que nuestros
antepasados homínidos interpretaron a su manera, con la capacidad cognitiva que
tenían en aquel momento y con todas sus limitaciones, forjando una historia que
iría pasando de generación en generación con más o menos cambios, hasta que
pudo ponerse por escrito. Y que sufriría ligeras variaciones a lo largo del
tiempo, según intereses de los gobernantes, como en el caso de Hammurabi, que
catapultó por razones políticas a su dios Marduk a lo más alto del panteón,
equiparádolo al antiguo Enki.
Estela de Naram-Sin (2250 a. C.) Musée du Louvre
En esta estela que tomo como modelo, en una sola escena se conmemora la
victoria del rey y de su ejército sobre los lullubitas, belicoso pueblo de
los Zagros. La composición, presidida por tres símbolos divinos (dos
parcialmente estropeados), centra su interés en la figura del rey armado, como
emblema de poder, y adornado con la tiara de cuernos, distintivo de los
dioses, con una lograda monumentalidad obtenida por la superioridad de
tamaño (perspectiva jerárquica).
Este detalle de la tiara de cuernos como emblema de la divinidad es muy
curioso. De hecho, el dios Anu portaba la diadema de ocho pares de
cuernos, que simbolizaba el poder absoluto. Y es que el poder espiritual se
representa con una gran cornamenta. Por ejemplo, el animal de poder de un gran
maestro espiritual es un enorme venado de inmensa cornamenta. Y Anu era
conocido como "el gran toro celeste".
Hay algunos investigadores que postulan que los seres humanos fuimos
creados por seres reptilianos de avanzadísima inteligencia, equiparando estos
reptilianos con los mencionados dioses Anunnaki,
en una reinterpretación personal y novedosa de los antiguos textos
mesopotámicos que se ha puesto de moda
¿Qué hay de cierto es esta afirmación? Personalmente yo opino que se le
está dando demasiada importancia a estas supuestas entidades reptilianas,
sobrevalorándolas, cuando, en el caso de que existieran, sólo serían un eslabón más de la cadena. Pero esta es
una apreciación mía, sin la menor trascendencia. Lo que sí saben con certeza
los historiadores, siempre basándose en las pruebas de las milenarias
tablillas, es que en la mitologia mesopotámica los dioses nunca eran malos,
aunque existía el conflicto entre el Bien y el Mal. El Mal era obra de
espíritus más fuertes que los hombres, aunque inferiores a los dioses y que
castigaban a la humanidad pecadora y corrompida. Esas entidades no recibían
culto, sino todo lo contrario, había que combatirlas.
Como apunta Bottéro, la religión mesopotámica no poseía nada de misticismo, pues lo divino producía miedo y paralizaba. En esta religión los dioses estaban demasiado altos, considerándoseles autoridades supremas de las que los humanos, sometidos a su servicio, humildemente dependían. (Los entronizaron los akkadios, una vez que la civilización sumeria decayó, pues para los sumerios los dioses eran más cercanos y vivían entre los hombres).
Nosotros, tal y como afirma la Biblia y algunos evangelios gnósticos, fuimos creados “a imagen y semejanza”. En el gnosticismo, que se basa en la idea de que el conocimiento nos trae la liberación, se afirma que “despertar” significa darse cuenta de que “somos como el Creador”. Esta idea podría referirse a que los dioses, como narran las antiguas tablillas mesopotámicas, "nos formaron con su sangre", es decir, con parte de su ADN.
Como apunta Bottéro, la religión mesopotámica no poseía nada de misticismo, pues lo divino producía miedo y paralizaba. En esta religión los dioses estaban demasiado altos, considerándoseles autoridades supremas de las que los humanos, sometidos a su servicio, humildemente dependían. (Los entronizaron los akkadios, una vez que la civilización sumeria decayó, pues para los sumerios los dioses eran más cercanos y vivían entre los hombres).
Nosotros, tal y como afirma la Biblia y algunos evangelios gnósticos, fuimos creados “a imagen y semejanza”. En el gnosticismo, que se basa en la idea de que el conocimiento nos trae la liberación, se afirma que “despertar” significa darse cuenta de que “somos como el Creador”. Esta idea podría referirse a que los dioses, como narran las antiguas tablillas mesopotámicas, "nos formaron con su sangre", es decir, con parte de su ADN.
¿Y por qué oficialmente no se ha descubierto vida inteligente más allá de
la Tierra? Una razón podrían ser las grandes oligarquías y corporaciones con
intereses contrarios a este fin, ya que entonces el poder de los dirigentes
terrestres no valdría nada, puesto que habría por encima unos seres
infinitamente superiores con potestad visible sobre nosotros, ya que a fin de
cuentas, somos un planeta subdesarrollado si nos comparamos con otras
civilizaciones más avanzadas.
Otra razón podría ser que los presuntos extraterrestres, intraterrestres,
seres interdimensionales o dioses no desean ser detectados oficialmente. Por
ejempo, los supuestos seres de dimensiones superiores podrían estar en un
ángulo dimensional que nosotros no percibimos ni alcanzaríamos a
comprender, por lo que estos seres solo
interactuarían con nosotros si ellos así lo decidiesen.
Y la última razón es que realmente estemos solos en un universo con una
antigüedad de millones de años que no cesa de expandirse, por lo que podría
afirmarse que es infinito, formado de materia y energía oscura de las que poco
sabemos, con numerosos agujeros negros, supuestos agujeros de gusano, e
incontables galaxias con miles de millones de sistemas solares repletos de
innumerables estrellas y planetas, y que, paradójicamente, seamos la única
civilización existente en tan vasto espacio desaprovechado.
Podría ser que las civilizaciones avanzadas se hayan extinguido debido a
algún desastre auto-provocado que en nuestro caso aún estaría por ocurrir.
Pero, ¿todas sin excepción? ¿Acaso es una norma? Hay una idea que postula que
frente a cada decisión que tomamos, el universo se divide en realidades
alternativas. Es decir, nuestras decisiones crean destinos y los destinos crean
universos. Quizá en “nuestro” universo no haya nadie más que nosotros y en
cambio “otros universos alternativos” estén rebosantes de vida inteligente y
los diferentes planos puedan interpenetrarse, ya que el universo es mental.
Puede que estemos prisioneros en una especie de cuarentena que nos mantiene
aislados, que realmente el espacio esté rebosante de vida y a nosotros se nos oculte, o a lo mejor todo son elucubraciones de la imaginativa y creativa
mente humana.
¿Vosotros qué opináis?
No hay comentarios:
Publicar un comentario