En sumerio se les llamaba “abgal”
y en acadio “apkallu”. Parece ser que eran los siete sabios antiguos
mitológicos, detentadores de un saber muy alejado en el tiempo, ajeno al mundo
humano, que en tiempos antediluvianos salieron del mar para revelar a los
hombres la ciencia, la sociedad y el arte. Sin embargo, desde muy pronto se
asociaron a ellos otros cuatro apkallu de origen humano, posteriores al
Diluvio. En ellos se unía la ciencia y la sabiduría.
Este saber habría sido recibido de
ellos de manos de los dioses, sobre todo de Ea/Enki, iniciador de las técnicas
y de la magia.
Ciertas tradiciones consideran
que el primero de los apkallu sería Oannes/Adapa, quien habría sido dotado por
el dios An con el don de curar, y habría sido al mismo tiempo una especie de
primer exorcista.
Estos apkallu o abgal civilizaron
a los humanos y luego regresaron al Apsû (el abismo líquido), su lugar de
origen, el mundo de agua dulce que era dominio del dios Ea, aunque existe una
tradición más tardía que atribuye al dios Marduk su regreso al Apsû. Esta
tradición está plasmada en la Epopeya de Erra, en la que se narra que el
Diluvio fue provocado por el abandono de Babilonia del dios Marduk, ya que era
su lugar de residencia, y entonces su estatua se estropeó y los apkallu, con
sus técnicas secretas, volvieron a dorarla, para después regresar al Apsû.
Cuando Erra se presentó ante Ea/Enki para solicitarle sus servicios, el dios
del Apsû se negó a dejarlos partir.
Según la descripción que nos
ofrece Beroso, sacerdote de Bel-Marduk de Babilonia que vivió en la segunda
mitad del siglo III y la primera mitad del siglo II antes de Cristo, siendo
contemporáneo de las conquistas de Alejandro Magno, los apkallu tienen el
aspecto de monstruos marinos, genios benéficos y protectores, criaturas
primigenias nacidas de las fuerzas primitivas, que salen fuera del agua para
mezclarse entre los hombres, siendo maestros de la purificación mediante el
agua. Con frecuencia aparecen representados con aspecto semi-humano (cuerpo humano
y cabeza de pez) o como grandes peces. Aunque también hay especialistas que
afirman que detrás de estas criaturas mitológicas sólo hay seres humanos,
ataviados de una determinada manera cargada de simbolismo, para realizar sus
ceremonias religiosas.
Sea como fuere, ellos fueron los
primeros que supieron realizar una imagen de la divinidad en la que ésta podía
encarnar, ya que eran especialistas en llevar a cabo con agua todos los
rituales de purificación en operaciones mágicas de animación que daban vida a
la estatua.
Para los eruditos, el Diluvio
marca la frontera entre el tiempo mítico y el tiempo histórico, y la
intervención de los apkallu representa el paso del estado de naturaleza al
estado de civilización, puesto que gracias a ellos a la humanidad le fueron
comunicadas las bases técnicas e intelectuales en que se basa la sociedad
humana. Y como ellos comunicaron el saber divino a los hombres, hubo ocasiones
en los que se ganaron la cólera divina.
También han sido representados en
relieves como exorcistas-conjuradores, protectores del rey en un ritual en el
que se utilizaba el agua para realizar abluciones protectoras con una piña.
Asimismo también existió un grupo
de sacerdotes vinculados con el culto a Ea/Enki en su ciudad de Eridu, que
también ostentaban el título de Apkallu, que aparecen en los rituales y en las
listas eruditas desde la época paleobabilónica, encargados junto con otros
sacerdotes purificadores del culto a Ea/Enki y de Marduk.
También se sabe que el título de
abgal/apkallu designaba a un consejero de alto rango dentro de la corte del
rey.
Se han encontrado algunos textos que
contienen listas realizadas durante el primer milenio, que, aunque no
concuerdan demasiado, coinciden en la importancia que se le concede al grupo
inicial de los siete apkallu antediluvianos de forma no humana, seguidos por el
grupo de los cuatro apkallu humanos.
En la tercera tablilla de la
serie ritual que recibe el nombre de Bît Meseri, que se conservaba en las
bibliotecas de Nínive y de Uruk, está representada una de estas listas
canónicas:
Hay un grupo definido como “las
Carpas brillantes, las Carpas del mar, la Héptada, los siete apkallu nacidos en
el río y que son los guardianes de los planos del cielo y de la Tierra”; y otro
grupo definido como “los cuatro apkallu de origen humano a los que Ea/Enki dotó
de una vasta inteligencia”.
También existe otra lista llamada
la lista seléucida de Uruk que ofrece los nombres de los siete apkallu
antediluvianos.
Pero la lista que se ha
popularizado más, porque se conoció antes del desciframiento de la escritura
cuneiforme, es la de Beroso, apareciendo el ser mítico anfibio Oannes como el
primero y más importante de todos los apkallu.
Bien es cierto que no existe
mucha concordancia entre las diferentes listas descubiertas, con excepción del
nombre del primer apkallu Oannes-Adapa, pero esto es debido a que la tradición,
que al principio era oral, fue variando con el tiempo, y una vez que se puso
por escrito, al surgir diferentes Escuelas de Escribas que estaban relacionadas
cada una de ellas con una ciudad, sufrieron más variaciones locales a su
conveniencia, ya que promovieron a los apkallu como antepasados míticos de los
escribas eruditos del I milenio.
Una vez se fijó esta tradición
como canónica, se estableció el mito de los apkallu como sabios míticos, a
veces vinculados con un rey o un reino famoso, y así se ha conservado, llegando
hasta nuestros días.
Esta placa de bronce en relieve data
de alrededor del 700 a. C., y en ella se representa al demonio Pazuzu cuya cabeza
y manos se ven en la parte superior. Es probable que sirviera de protección
contra Lamashtu, que atacaba a las mujeres embarazadas y a los recién nacidos.
En la placa figuran los símbolos de los dioses, una fila de demonios, algunos
de los cuales parecen tener cabezas de reptil, un enfermo atendido por dos apkallu o sacerdotes ataviados con un
manto de escamas de pez, y además de los demonios Pazuzu y Lamashtu, el de
cabeza de león.
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