jueves, 20 de julio de 2017

MISTERIOS DE LA COSMOGONÍA MESOPOTÁMICA

Corazón de Orión

Se desconocen las concepciones cosmogónicas vigentes en el tercer milenio. Los mitos y la literatura explican los nacimientos de los dioses, los mecanismos de prosperidad del país, como el origen de las plantas, los utensilios o técnicas; pero no el cómo y el por qué del cosmos. Sin embargo, textos de esta naturaleza aparecen con varias versiones en el segundo milenio. Textos tardíos, como las famosas tablillas de la biblioteca del rey asirio Assurbanipal (siglo VII a. C.), recogen una tradición sumeria muchos siglos anterior. La redacción relativamente moderna del Poema de la Creación aparece también en el cántico de la fiesta del Año Nuevo en Babilonia, basado a su vez en varias versiones más antiguas e incluso divergentes. Otra versión considera al dios Gilimma como creador del mundo, utilizando un haz de cañas al que echó tierra encima, lo que recuerda el método de los primeros colonizadores sumerios para transformar en tierras cultivables los pantanos de su país. También existe otro escrito fragmentario en el que colaboran Ea y la diosa Aruru en la creación del hombre, pronunciando encantamientos sobre un pedazo de arcilla. 

Estas versiones fueron reemplazadas en Babilonia por la redacción clásica más conocida y principal: El llamado Enuma Elish, o Poema de la Creación. Aunque esta designación es incorrecta, ya que su propósito no fue el procedimiento teogónico, cosmogónico o antropogónico, aunque acometa esos tres temas. En síntesis, depende muy directamente de toda una extensa práctica de mitos primordialmente orales y también escritos. Para los babilonios este mito era al mismo tiempo un rito, una alabanza, un himno, una oración, drama litúrgico, una obra hermética y un compendio de astronomía.
La finalidad de este texto era adoctrinar al pueblo en la grandeza del dios Marduk.
Enuma Elish describe la creación del mundo. La primera tablilla del Poema retrata un universo en expansión, atiborrado de monstruos multiformes, desgarrado por fuerzas contrarias; pero Marduk va a estabilizar, ordenar y armonizar ese caos.
Las palabras que lo inician  “Cuando allá arriba…” dan título al poema. Es más un himno a la preeminencia de Marduk, que una verdadera cosmogonía y es una obra maestra de teología babilónica sobre el origen del mundo que se recitaba en las grandes fiestas. Se afirmaba que Marduk era el creador del mundo y de la humanidad y por ello debía ser proclamado dios supremo.
Se relata el combate entre dos grupos de entidades. Las más antiguas, encabezadas por Tiamat, Apsu, Mummu y otros seres, contra el segundo grupo, formado por los dioses jóvenes. Es decir, se trata de una batalla de los antiguos dioses, contra los nuevos dioses, con la victoria de estos últimos.
El Enuma Elish es la transformación de todo un repertorio de mitos y tradiciones mitológicas preexistentes, que los autores readaptaron para formar este texto.
Se distinguen las fases siguientes:

Al principio, no existían el cielo ni la tierra. Sólo había un caos acuoso formado por la pareja divina original: Apsu (el abismo de agua dulce) y Tiamat (el océano de agua salada). También estaba Mummu (las nubes y la niebla). No había islas ni pantanos, ni habían nacido todavía los dioses. Apsu y Tiamat son principios caóticos, superiores y todopoderosos, y de ellos surgieron todos los seres que existen, empezando por los dioses.

Aparecieron dos nuevas parejas con los dioses Anu y Ea, creadas “a su imagen”.

Ea suprimió a Apsu, que quería aniquilar su descendencia y engendró a Marduk.

Revuelta de Tiamat (con ayuda de su segundo marido Kingu) contra su progenie, para vengar a Apsu. Produjo diversos monstruos.

Ea renunció a la lucha, pero Marduk aceptó el reto y  dijo que reclamaría el poder supremo si vencía.

Tuvo  lugar una batalla en la que Marduk venció y con el cuerpo despedazado de Tiamat formó el Universo. La mitad es el cielo, la otra mitad la Tierra. Situó los astros en la bóveda celeste (organizando el calendario, estableciendo sobre todo las fases de la luna), creó al hombre sobre la tierra y ordenó el mundo de los dioses.

Letanía comentada de cincuenta nombres de Marduk. Títulos, atributos de la divinidad. Tomada de varias fuentes. 

“La luz del padre que le ha engendrado, el renovador de los dioses, el señor de la encarnación pura, el que resucita a los muertos, el que conoce el corazón de los dioses, el guardián de la justicia y del derecho, el creador de todas las cosas (como el Dios bíblico), el primero de la totalidad de los dioses, el señor de los reyes, el pastor de los dioses…”.
A Marduk se le atribuyó el origen de todas las cosas, al igual que al dios egipcio Atón, promocionado por el faraón Akhenatón
“Creó las bestias del campo y cuanto alienta en la llanura, creó el río Idiglat (Tigris) y el río Purattu (Éufrates), y los colocó en su sitio, y proclamó sus nombres de buen agüero. Creó la hierba, las cañas de los pantanos, los juncos y los arbustos…”

En el Poema de la Creación se explica la constitución del cosmos a partir del ordenamiento de una materia previamente caótica. Se revela más interés por el devenir, que por el origen: los dioses no difieren de las cosas naturales, están incluidos en el Universo, es decir, son inmanentes al Universo.
Según explica Bottéro, las antiguas gentes de Mesopotamia, se imaginaban al universo como una especie de esfera hueca, cuyo fragmento superior, resplandeciente, constituía el “Arriba” o cielo, y el fragmento inferior, oscuro, el “Abajo” o infierno. Pero esta esfera estaba cortada diametralmente por una especie de isla central que era la Tierra, bajo  la cual estaba el Apsu, capa de agua dulce, rodeada por el agua salada del mar. En los dos extremos oriental y occidental, se habían imaginado altas montañas para sostener la bóveda celeste, y dos orificios que aseguraban el libre paso del espacio de “Arriba”, al espacio de “Abajo” y viceversa. El sol salía por el orificio de oriente por la mañana, realizaba su trayectoria diurna en el cielo, y regresaba a occidente para un recorrido inverso, que le llevaba de alborada, a su punto de partida. El orificio occidental se pensaba que estaba precedido de un espacio acuoso llamado “Río Infernal”.

Según los textos, en la parte alta de “Arriba”, en el “Cielo superior”, reinaba Anu. Después había otro “intermedio”, sede de Marduk, rodeado de “dioses celestes”, los Igigi. Seguidamente había un “Cielo inferior”, en el que se encontraban los astros y constelaciones, imágenes y reflejos de los dioses. 
En orden descendente, había una “tierra firme superior”, en la que se hallaban “encerrados” los hombres, que los textos catalogan de “evanescentes”, para subrayar su mortalidad natural. El nivel inferior, sería “la tierra firme intermedia”, el Apsu y la residencia de Ea, y abajo del todo, “la tierra firme inferior”, lugar de los Anunnaki, los dioses infernales (tras su caída), y según la tradición popular, zona de reunión de los “fantasmas” humanos tras la muerte.

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